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León

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A la última | José I. WERT

La huelga general convocada por los sindicatos mayoritarios el próximo 29 de septiembre va a fracasar por muchos motivos. El notable prescriptor al que UGT ha encargado el trabajo de animar el cotarro, el actor David Fernández, más conocido en el siglo como Rodolfo Chikilicuatre, nos explica en unos breves sketchs (tres de momento, pero faltan otros siete) que el empresario, un borderline que reparte su tiempo entre el mobbing y sus distracciones infantiles, es el responsable de la crisis junto a los poderes financieros, cuyo interés es aprovecharla en su beneficio, que no es otro que despedir trabajadores pagando lo mínimo posible por ello. Con una estética de versión cutre de Camera Café, y unos diálogos cuya insuperable sutileza («Este tío es tonto. ¿Pues no intentaba convencerme de que el PP va a sacarnos de la crisis? Es para mearse en las bragas») hace que los de Torrente parezcan sacados de Hamlet, el relato no tiene más que un objetivo aparente: vayamos a la huelga contra las fuerzas oscuras del mal que han abducido a nuestro pobre Gobierno y le han llevado por el mal camino de la reforma laboral y la genuflexión frente a los mercados. Seamos justos: este relato es básicamente el de UGT, demasiado enfeudada al Gobierno como para señalarle como destinatario de la protesta, y que por tanto busca desesperadamente chivos expiatorios en otros pastos. Comisiones ha discrepado de la gracieta ugetista e incluso ha llegado a calificar la huelga de «gran putada». Pero en el fondo, tanto la elipsis del sujeto contra el que se dirige la huelga como la difuminación del objeto de la protesta (la reforma laboral) no hacen sino expresar el profundo sinsentido de aquella. En efecto, más que protestar por una reforma laboral que se queda muy corta respecto a lo que hubiera debido abordar, los sindicatos deberían, a mi juicio, preguntarse qué pueden aportar a una reforma que permita corregir la posición que ocupa España, de acuerdo al prestigioso Informe Global de Competitividad del Foro Económico Mundial, en el indicador de eficiencia del mercado de trabajo: 115 entre 139, por detrás de Mauritania y por delante de Mozambique. Y mucho me temo que la muy tímida reforma aprobada va a hacer bien poco para mejorar esa infame posición.