Diario de León
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A la última | carlos carnicero

Un diario alemán de gran tirada ha hecho saña con la forma de vestir de las mujeres políticas españolas y de las ministras socialistas en particular. La ridiculización sobre la moda de las mujeres es una forma muy antigua de machismo. ¿Qué problema hay en que las mujeres, como los hombres, tengan una imagen propia y elegida? ¿Por qué no se mete el periodista con los ejecutivos agresivos, con los jóvenes triunfadores que llevan traje de s astre sin corbata? ¿Sólo las actrices de cine, las triunfadoras en los negocios y las mujeres de la farándula tienen derecho a elegir una determinada manera de vestir y a preocuparse por su aspecto físico?

El reportaje, como siempre ocurre en estos ataques paranoicos de machismo, se ceba especialmente con la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, de la que dice, además de que viste como una quinceañera, que su ministerio ha quedado «obsoleto». La contradicción es evidente: la prueba más evidente de lo imprescindible que es el ministerio de Igualdad es el reportaje del periódico alemán que una vez más se ceba con algo tan fácil, elemental y machista como cargar contra una ministra que es joven, inteligente, valiente y atractiva. Y encima de un pueblo de la provincia de Cádiz. Emilio Botín lleva corbatas rojas y nadie se ha fijado en ello. Hay ejecutivos de empresas que visten como verdaderos maniquíes masculinos, cuyas uñas son siempre de peluquería y sus operaciones de cirugía estética se disimulan porque son de las clínicas más caras. Los futbolistas parecen en muchas ocasiones más preocupados por sus atuendos que por sus resultados. Pero la lupa puesta sobre una mujer es un viejo tic cuartelario y de conversación de casino provinciano, como diría Machado.

Tanta exhibición de machismo casposo parecía ser un patrimonio de la España carpetovetónica que no acaba de entender los tiempos de igualdad a los que afortunadamente estamos abocados. Esos viejos tics, que como ha dicho la vicepresidenta de La Vega, a la que el periodista llama de la «Vogue», son antiguos, lo que de verdad son es agotadores. ¿De verdad que no se le puede reconocer a cada mujer el derecho a vestir cómo quiera? ¿No tenía otro tema ese día el periodista?

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