A la última | Isaías Lafuente
Universitarias
A la última | isaías lafuente
En otoño del año 1910, ahora hace cien años, un puñado de mujeres españolas comenzaron su curso en la universidad. No eran las pioneras, pero sí las primeras en la historia en hacerlo en igualdad de condiciones que sus compañeros varones gracias a un decreto publicado en marzo de ese mismo año que abría definitivamente las puertas de los estudios superiores a las mujeres sin ningún tipo de cortapisa. Eran apenas veinte, frente a quince mil varones; una gota de agua en el océano. Dos décadas después eran ya dos mil, frente a treinta mil hombres: mientras el número de universitarios se había duplicado, el de universitarias se había multiplicado por cien en los albores de la II República. Parecía un camino imparable que sólo la guerra y la posterior dictadura de Francisco Franco fueron capaces de abortar.
En el camino de la igualdad, la educación fue el primer terreno conquistado, veinte años antes que el de la participación política, cincuenta años antes de reivindicar la libertad sexual en plena dictadura, setenta años antes de conseguir la plena igualdad, en los ámbitos público y privado, consagrada en la Constitución Española de 1978.
Hoy, un siglo después, el espejo de la universidad es el que mejor refleja los avances que nuestra sociedad ha experimentado en materia de igualdad. Más de la mitad de los estudiantes universitarios son mujeres, obtienen mejores calificaciones y culminan sus estudios en una proporción mayor al de sus compañeros varones. Pero la nitidez de esa referencia se difumina cuando se contemplan otros datos que dibujan una especie de embudo que va estrangulando la presencia de mujeres conforme se escala en la pirámide universitaria. Así, mientras el número de estudiantes sobrepasa con creces el cincuenta por ciento, el de profesoras universitarias apenas supera el treinta, el de catedráticas no llega al quince y el de rectoras se sitúa en un residual cinco por ciento.
No es necesario elaborar grandes tesis para concluir que, a pesar de los notables avances, cien años después seguimos teniendo algunas asignaturas pendientes en esta carrera.