Diario de León

El derecho a escuchar un «no»

El Teléfono de la Esperanza organiza una charla sobre la educación de los hijos

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carmen tapia | león
León

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«Los menores necesitan aprender que sus deseos no tienen por qué ser siempre atendidos y que no es posible vida humana al margen de ciertas dosis de frustración». Este es el mensaje principal que mañana transmitirá el catedrático de Filosofía y Experto en Terapia Familiar en Psiquiatría, José María Jiménez Ruiz, que ofrecerá una conferencia en el salón de actos del Ayuntamiento titulada El reto de ser padres hoy . La charla se enmarca en los actos organizados por el Teléfono de la Esperanza para conmemorar el tercer aniversario de su instalación en León.

«Los niños necesitan límites para crecer y madurar», explica Jiménez Ruiz. «Fruto de una ley pendular, de la que no parece fácil liberarse, se ha pasado de una educación excesivamente autoritaria a otra corte escandalosamente permisiva. Es un error, un inmenso error», lamenta.

El experto en terapia familiar asegura que «la tarea de educar a los propios hijos siempre ha sido bastante compleja», aunque las familias se enfrentan actualmente a «agentes socializadores poderosísimos» como Internet y la televisión «por los que circulan toneladas de basura espiritual que pueden dañar la conciencia de quienes son más inmaduros, como los niños y los adolescentes». Por eso califica de «titánica» la tarea de la educación. «Los padres deben ejercer su tarea educativa desde la crítica a los mensajes absolutamente seductores que llegan desde esos medios».

Frente a los modelos de hace años de relación paterno-filiales basados en el autoritarismo por parte de los padres y la sumisión de los hijos «más basada en el temor que en la convicción», la sociedad actual conduce a las familias «y así lo reconocen todos los expertos», a modelos educativos excesivamente permisivos «que no parece estén dando buenos resultados en la educación de los menores», explica.

El catedrático en Filosofía entiende el uso del castigo como instrumento «pero deben ser siempre justos y proporcionados a la edad y entendimiento de los niños. Nunca deben suponer ni humillación ni descalificación de aquel a quien se le inflige una sanción. Ni fruto del acaloramiento o la precipitación. Teniendo en cuenta estos matices, no creo que el castigo deba ser demonizado».

Maltrato. En el lado oscuro de la educación mal entendida están los malos tratos , «que muestran con toda crudeza las zonas más oscuras de una sociedad». Jiménez señala que la violencia contra los menores se sitúa en el llamado «contexto de aprendizaje» o «ciclo repetitivo del abuso», es decir, los maltratadores fueron maltratados en su niñez. Pero hay otros factores. Las estadísticas reflejan que el 25% de los padres y madres que agreden físicamente a sus hijos consumen drogas. El entorno social y el perfil del agresor suelen ser comunes en los casos de maltrato infantil. Jiménez cita como habitual la personalidad inmadura del padre o la madre maltratante, incapacidad para controlar los impulsos, condiciones económicas como la marginalidad social, la pobreza cultural que dificulta la utilización de la palabra como medio de resolver conflictos, el consumo de sustancias adictivas...

Sin embargo, en la sociedad actual también se da el fenómeno inverso, «muchos niños y adolescentes se convierten en pequeños diocesillos que, al amparo de una especie de delirio autorreferencial, acaban creyendo que el mundo gira a su alrededor». Para evitar estos comportamientos, Jiménez defiende como uno de los derechos de la infancia el que los responsables de su educación le digan «no», «a que alguien les quiera tanto que les ponga límites».

La complejidad del tema que hoy desarrollará en su conferencia le impide dar consejos a las familias, «no es lo mismo predicar que dar trigo, ni teorizar sobre los toros que lidiar un buen morlaco», pero sí se atreve a compartir una reflexión. «En estos momentos es fundamental que los padres y madres sean conscientes de sus responsabilidades. Que no den la espalda a la responsabilidad que ha contraído al traer un hijo al mundo y no duden en ejercer las funciones que les corresponden y que, a mi juicio son básicas. Poner límites, o lo que es lo mismo, decir no, no sólo cuando sea necesario sino también cuando sea conveniente. Y en segundo lugar, nutrir correctamente a sus hijos, es decir, alimentarles físicamente, pero lo más importante, nutrirles psicológica y espiritualmente, transmitiéndoles valores que les ayuden a vivir y a encontrar un sentido para sus vidas, que vaya más allá de lo inmediato y les permita apreciar la excelencia y abrirse a un horizonte donde tenga cabida la solidaridad, la justicia y la trascendencia».

«Lo que está claro», concluye, «es que es necesaria la presencia de un padre y una madre maduros, que, aunque estén separados, asuman sus responsabilidades, negocien civilizadamente y mantengan pautas educativas convergentes».

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