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León

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Cada día su afán José-Román Flecha Andrés

Del 6 al 8 de octubre ha tenido lugar en la Universidad Pontificia de Salamanca un simposio en el que se han declinado una y otra vez esas dos palabras: Ecología y ecoética. Habituados a la primera, los medios de comunicación social se preguntaban constantemente por el significado de la segunda. Es evidente que la sociedad de hoy está adquiriendo conciencia de la gravedad de los desastres ecológicos producidos en la naturaleza por las intervenciones humanas. Pero no es tan evidente la parte de responsabilidad que nos corresponde a cada uno.

El simposio fue inaugurado por monseñor Mario Toso, secretario del Pontificio Consejo Justicia y Paz. Tanto él como los sucesivos ponentes fueron subrayando la seriedad de la cuestión ecológica, la necesidad de encontrar una base universal de pensamiento para reflexionar sobre ella y la urgencia de tomar medidas para una actuación responsable.

En su mensaje para la jornada de la paz de este año 2010, Benedicto XVI escribía que «es indispensable que la humanidad renueve y refuerce esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos».

Es interesante esa referencia a una nueva alianza del hombre con el ambiente que constituye su casa. Una casa que él no ha construido sino que ha sido creada y le ha sido confiada por el Dios creador. Esa alianza nos recuerda el trípode sobre el que se sustenta el ser humano, en su relación con lo otro, los otros y el Absolutamente Otro.

La relación con lo otro orienta la atención hacia un mundo creado que no puede ser tomado como un simple fruto del azar o del determinismo evolutivo. En ese caso sería demasiado inmediata la tentación de utilizar el mundo circundante como mero objeto de explotación.

La relación con los otros, sugiere la necesidad de aceptar una responsabilidad sobre el mundo que ha de tener en cuenta a todos sus habitantes, presentes y futuros. El abuso de la naturaleza repercute necesariamente sobre los pobres de hoy y también sobre los futuros herederos de sus bienes.

La relación con el Absolutamente Otro no puede ignorar la comprensión y valoración del mundo como creación de Dios y como don suyo para toda la humanidad.

Los tres apoyos del trípode se vinculan estrechamente entre sí. La comprensión de la naturaleza como don de un Dios Creador repercute en la comprensión y la aceptación de la humanidad en clave de fraternidad, mientras que la proclamación de la fraternidad humana lleva a la aceptación de la paternidad de Dios y el aprecio de la naturaleza como don recibido y agradecido, compartido y compartible.

El Papa ha escrito que «la herencia de la creación pertenece a la humanidad entera». A la humanidad de hoy y a la de mañana. No es el egoísmo sino el amor el que ha de dictar los pasos y las estrategias para que sea realmente la casa de todos: los habitantes actuales del planeta y los que han de venir en el futuro.