CORNADA DE LOBO
Cancamurria total
P alabra rara y chula es cancamurria . Nadie la usa. Sólo en una ocasión la escuché de viva voz en boca de un paisanete de Las Regueras, de Villarrodrigo en concreto. Tampoco es palabra que necesariamente tengas que apadrinar presumiendo de ciudadano sensible con los vocablos huérfanos o desvalidos. Ni te entenderían si la dices, aunque cancamurria es algo familiar que todos sufrimos alguna vez, unos en temporadas bajas y otros con frecuencia enfermiza. La cancamurria es, por ejemplo, muy típica del otoño, igual que la castaña, la calvicie, el nabo duro y el reuma, pues viene a definir un estado de tristeza, melancolía, tedio, abatimiento, hastío, catarro mental... o quizá todo a la vez. La cancamurria no es exactamente lo que en Argentina llaman fiaca, palabra de origen genovés que indica desgana total, flojera o pereza por resolver el montón de cosas y tareas que se nos va acumulando en nuestros infinitos aplazamientos. La fiaca es una languidez que te tumba en la cama para olvidarte del mundo. O en el sofá, siempre tan a mano. La cancamurria no es fiaca , pero se le parece.
Amurriarse es arrugar el ánimo y hacerse pelota. En ello estamos. ¡Vaya otoño este que nos están sirviendo los informativos entre crisis y campañas! Otoño caliente para alguno y frío para toda la tropa parada que cocinará con infernillo, como en tiempos de la piojera y el estraperlo. Otoño ruidoso, además. Roncan y rugen los días con la manida gresca política, por un lado, y con pesadumbre generalizada, por todos los demás lados. La lírica no encuentra tiempo. En el patio de atrás de los ayuntamientos, por dar obra al gremio, edifican muros de lamentaciones altos como frontones, pues es tiemplo de plañir y pasarse la pelota. O de gritar. Se pierden los nervios. Arde Troya. A los agoreros se las sirven en bandeja. Y anda ya canso el personal. Por si fuera poco, empezó a ser noche a media tarde y las farolas no pueden con esa tristeza. El frío nos muerde las canillas y ensayamos el malhumor del invierno que ya se nos tumba encima. Los parques se desnudan y dan frío. Al levantarte, te miras en el espejo con muecas de asco. Después te preguntan qué tal y les dices ¡pues anda, que tú!...
...jo, qué bonito es el otoño.