Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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L a prensa dio cuenta del último informe demoledor del ejército norteamericano sobre las tasas de suicidio entre sus veteranos de guerra, especialmente entre aquellos que intervinieron en las de Irak o Afganistán (amén de la rebatina de conflictos menores y garitas que tiene Washington repartidas por todo el planeta). Lo que asombra es el imparable aumento de esas muertes por mano propia, ¡un cuarenta por ciento en sólo un año!, así que han puesto todas las bajas de guerra sobre la mesa y se han dado cuenta de que, si Afganistán le ha costado al Pentágono mil muertos en nueve años, los suicidios en casa, a miles de kilómetros del frente y de la emboscada, fueron todavía más en ese mismo tiempo, ¡mil cien!... qué paradoja, los talibanes están consiguiendo matar mejor «de lejos» que «de cerca»... ¡cómo han cambiado las guerras!

Lógicamente, no se cuenta el tropel de heridos, mutilados, pensionados y desecho de tienta provocados también por estas curiosas guerras que, al final, cuestan en retaguardia tres veces más que en el propio frente. Se conoce que ese es el truco del negocio, pues conociendo el tiro que sale por la culata, las guerras siguen montándose por cualquier nomemires que justifique desplegar todo el aparato militar (que para eso se fabrica o se compra) y el aparato genital (que pa cojones, los míos).

En el último año, además, setecientos mil veteranos de ese ejército solicitaron tratamiento psiquiátrico o están en él. A no pocos les servirá de nada porque ya son fatalmente carne de gatillo y en su cerebro se les diparan los fantasmas a la vuelta de cada esquina. Pastilleos recetados o adiciones pilladas ayudan mucho al que piensa ponerse una soga por corbata. Tremendo.

De las familias y viudas de los suicidas ese informe no habla nada, siendo las víctimas finales y la cara trágica del fracaso de toda guerra. No les quedará ni una mísera pensión y algunas lamentarán que el suyo no hubiera muerto en la batalla «como un hombre», en vez de despacharse tan barato. Ni siquiera el estado mayor les remite una tarjetilla de condolencia. Se les barre bajo la alfombra de los cálculos y se encarga un estudio para reducir su número en la próxima guerra.

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