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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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N o se sabrán nunca los nombres de la gran montonera anónima de muertos embutidos sin permiso en esa basílica cuya masa pétrea hace resonar el taconeo de los zapatos como un eco de disparos sordos en la bóveda, ese paradójico templo en el que jamás entra la luz del sol por no tener ventanas ni ventanos, esa cripta faraónica y funeraria taladrada en la barriga de la peña en el paraje que llamaban Cuelgamuros y, desde los años cuarenta, Valle de los Caídos . Duermen allí su relativa paz 33.872 muertos de los dos bandos de la Guerra Civil. Los anónimos están, por supuesto, entre los republicanos. Que les pusieran allí a dormir la eternidad junto a sus verdugos, ya tiene coña; y que fueran presos republicanos los que redimieron condena construyendo o muriendo en esa grandiosidad, encorajina a quien quiera legítimamente dolerse ahora en su memoria histórica. Un foro madrileño pidió incluso (ya son ganas) desmontar esa gran cruz de piedra con toda la estatuaria gigante de Ávalos por ser el «símbolo de la venganza santa», así que ya replican voces en el Madrid de trinchera y mortero digital diciendo que ¡quieren «abatir» la cruz!, lo que confirma, como advertía el Papa, que ha vuelto el anticlericalismo feroz de los años treinta, aquel rojerío quemaconventos y matacuras. «Vaya, pero si ahora ya no vienen detrás de nosotros ni con velas... ni con estacas», decía un entrañable curina jubilado que se desconcierta y se desconsuela con tanto como hay que ver hoy en día.

El trasunto y lo feo del Valle de los Caidos se me resumió en la expresión grave y abatida que vi un día en la cara de fray Justo Pérez de Urbel, abad mitrado de allí. Me concedió una entrevista y me atreví a preguntar si era cierto que, años atrás, le escribía él los discursos a Franco. Me admiró no irritarle la pregunta, pero sólo dijo « políticamente, he sido utilizado por el franquismo ». Salió en este periódico y se hizo eco toda prensa nacional; sonaba a confesión de gente muy importante que se arrepentía o avergonzaba. Era todo un bofetón muy solemne. Y algo atrevido; Franco aún vivía y se enteraría; corría 1974. Aquel día, fray Justo me pareció el más venerable de los abades, el abad del Valle de los Abatidos.

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