Diario de León

Publicado por
ANTONIO NÚÑEZ
León

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Si no fuera porque en el país vasco, con minúscula, qué coño, hay como poco cincuenta mil cazurros currándose el garbanzo ni merecería la pena dedicar cuatro líneas a la reaparición de Batasuna con un nuevo partido para las próximas elecciones. Me lo decía ayer un albañil divorcieta en la cola del Inem: «Yo haría con ellos como con mi exseñora si naufragaramos en una isla desierta: lo primero tapiar aquello para que no salga ni Dios, ya que quieren ser tan independientes». Conténgase la ministra Pajín porque esto no va con ella, dado que nunca ha dado un palo al agua ni ha estado casada.

La segunda razón para tratar este aburrido tema es que quien dirige el cotarro también es de por aquí, a saber, el presidente del, Gobierno, señor Zapatero. Hay quien no se lo cree cuando miente con toda soltura y sinceridad el vicepresidente plenipotenciario Rubalcaba, pero otros muchos en las encuestas sí. Personalmente uno se fía más de Jaime Mayor Oreja, según el cual el trato entre ETA y el Gobierno ya está hecho y sólo falta escenificarlo en dos actos: listas de Batasuna en las municipales, que les interesa a ellos, y desbandada de la banda antes de las generales, que le aprovecha a Zapatero. No sé si en esta enésima tragicomedia hay buenos o malos actores, pero desde luego jetas y caraduras no faltan.

La derecha al estilo Berlusconi, Cascos o el Príncipe de Gales suele perderse un palmo por debajo del cinturón, en tanto que a la izquierda, que antaño presumía de ser más rápida de bragueta -Felipe, capullo, haznos un hijo tuyo, decían entonces las mozas- le tira ahora otro palmo más arriba, a la altura de la cartera y no precisamente del corazón. En las facultades de ciencias políticas a lo primero se le llama teoría humanística y a lo segundo filosofía marxista por lo del materialismo dialéctico. Más o menos es en lo que ha degenerado la praxis, compañero.

Volviendo a los yugoslavos abertzales que quieren tapiar Hendaya y por abajo el vino de Rioja la tesis de Marx es la más ortodoxa, según los tratados clásicos de la políticas de andar por casa. Más allá con ese apatataje neuronal no van a ir. Punto primero, observe usted las fotos de los batasunos arrepentidos, míreles a las canas, si ustedes tienen chavalas bravas de las de tirar al monte, y concluirán que más que para darle al gatillo lo más a lo que pueden llegar es al gatillazo, ay Leire. Punto segundo, necesitan una pensión para acompañar la vejez después de cuarenta y pico años de hacer putadas y casi novecientos muertos. Y, punto tercero, un puestín de concejal sería un chollo para ellos. Si Zapatero, encima, les dice que sopicas y buen vino todos felices.

Oiga, no. Hay quien quiere comparar a ETA con el IRA y hasta trae a premios Nobel de la Paz muy gilipollas, dicho sea con perdón, como el argentino Pérez Esquivel o una india guatemalteca de la que no me merece la pena ni buscar el nombre chusco por Internet. Para mediar, en todo caso, uno preferiría a Margaret Tatcher, la que mandó apiolar a dos terroristas irlandeses justo en la verja de Gibraltar y luego dijo desafiante «¿Pasa algo?». En el Reino Unido la reina madre se limitó a mover un poco la ginebra on the rock y de Benavente para acá tampoco nos inmutamos en exceso y seguimos tomando británicamente los vinos.

La Tatcher, ahora desmemoriada por al alzheimer, no cobró por aquello ni un penique. Rubalcaba que tampoco guarda recuerdo de sus tiempos de portavoz del Gal cuando Felipe González es otra cosa: volaron con Vera, Barrionuevo y Roldán todos los fondos reservados del Ministerio del Interior, que era como poner a la zorra a cuidar del gallinero. Que se cepillaran a los etarras y cayera de vez en cuando algún que otro despistado, digamos que por fuego amigo, no fue lo peor. Esas cosas pasan a menudo en la guerra. Sí lo fue, en cambio, que se quedaran con la pasta como en aquel espaguetti wester de Sergio Leone «La muerte tenía un precio».

Si quiere Zapatero acabar con ETA la estrategia no es legalizar a Batasuna, porque no van a morir de muerte natural. Eso ellos no lo entienden, Tampoco son formas de tratar con el enemigo.

Tenía yo un amigo, Gerardo García Machado, dirigente de la Unión de Campesinos Leoneses (UCL), ambos extintos, que cuando cayó la UCD y sólo salió de diputado aquí Martín Villa le dije «coño, por poco». Ni él ni yo sabíamos de aquella que un tal Zapatero venía arreando en la recua de Felipe González, pero me respondió en plan cabrito: «al enemigo no hay que matarlo; mejor dejar que agonice».

De acuerdo, macho, pero con éste no descansamos en paz.

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