EL PAISANAJE
Avecrén
A la presidenta de la Diputación, señora Carrasco, sólo le falta ponerse una cesta de huevos en el moño -”para huevos los de aquí, faltaría más-” y salir a promocionarlos por esos mercados de Dios como hace con la cecina, los vinos, el botillo y los quesos de esta bendita tierra. Podrían retratarla así en la galería de la planta noble del Palacio de los Guzmanes cuando abandone el cargo, quietos todos, y el cuadro alegórico se entendería bastante mejor que los del Musac, donde en vez de ahumados venden humo.
Doña Isabel se pasa la vida por ferias forasteras acompañada de vinateros, chacineros, queseros, verduleros de Sahagún o La Bañeza y algún que otro pendón para dar a conocer la gastronomía leonesa. Que uno recuerde, así de memoria, han estado recientemente en Madrid, Sevilla, Zaragoza, etcétera, y el séquito era raramente inferior a media docena de diputados provinciales. No sé si tanto viajar les dará votos, pero a canapés se han puesto morados.
En las facultades de Ciencias Económicas las excursiones institucionales no aparecen contempladas como una asignatura de márketing. Allí se enseña que para publicitar un producto hacen falta profesionales que lo hagan a bajo coste y que el mensaje llegue al máximo posible de consumidores. Quitando para los coches, a veces ni son necesarios los anuncios. Medite el lector sobre la última vez que hizo la compra en Carrefour, Leclerc o donde sea para mercar un litro de leche o una docena de huevos, que están invariablemente al fondo, y antes de llegar a ellos tuvo que pasar por las superofertas más variopintas. Las señoras se pirran por los productos dietéticos bajos en calorías, los maridos por la sección de vinos y ambos vuelven a coincidir con el carrito donde los chandals a tres rayas, todo ello antes de encontrar los dichosos doce huevos del principio. Es la leche.
Conste que doña Isabel no es la única que rompe y rasga las reglas ortodoxas del mercado. Al presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, le pasa lo mismo y cada vez que fleta un par de docenas de coches oficiales para retratarse en cualquier esquina del mapa nacional con los productos de Tierra de Sabor cuesta una pasta gansa. Y, ya puestos a hacerse la foto, se apuntan también al convite el delegado del Gobierno en la autonomía, Miguel Alejo, y si es de Benavente para arriba el subdelegado Paco Álvarez, que estudió conmigo en el seminario de La Bañeza. Estos dos últimos salen retratados casi siempre por la jeta, pero no pueden negarse porque tienen orden del partido de chupar cámara junto a los del PP, gratis a ser posible.
El intrusismo de la clase política en el márketing tiene difícil arreglo a estas alturas, según un viejo amigo economista experto en la materia. «Pero ya que no puede evitarse que sea costoso porque lo pagan con el dinero de los impuestos y les da igual», argumentó él, «por lo menos les podrían poner a Herrera y Carrasco un gorro cocinero a lo Arguiñano». «Rico, rico, busque, compare y, si encuentra algo mejor, compre y vote a otro», sería el mensaje mirando fijamente al ojo de la cámara de la tele o a la del fotógrafo, ambos con problemas progresivos de dioptrías por la cantidad de cosas raras que han visto. Ni «productos de aquí» ni leches. Añade mi amigo que como fondo musical se podría poner el de Desde Santurce a Bilbao/vengo por toda la autonomía... . Aunque esto pega poco con las truchas autóctonas. Y luego decía Sorolla que el pescado era caro.
Pero que no pase lo que en el viaje a Zaragoza en el que, según refieren los periódicos, la diputada socialista Ana Ferreras llegó tarde a la salida del autobús, llamó a la jefa de prensa de la Diputación y obligó a parar el vehículo a la altura de Puente Villarente. La rocambolesca historia no acabó ahí, porque, según ponen también los papeles, la diputada recibió repetidas llamadas en su móvil a lo largo del trayecto para que diera marcha atrás porque formalmente no se había invitado al PSOE para el evento gastronómico con un tarjetón oficial. Ferreras, una vez pasado el puente de piedra del Ebro, se alojó en una habitación reservada del Meliá Zaragoza retornando a media noche. Con ella, aunque no revuelto, regresó también a horas intempestivas el vicepresidente, diputado popular y alcalde Juan Martínez Majo, el de Valencia de Don Juan. Si lo de la primera era orden del PSOE el caso del segundo no extrañó a nadie del PP. Se espera, maños, que los próximos viajes no acaben tan mal por rivalidades de partido.
La cecina y el botillo, que se sepa, son apolíticos.