CORNADA DE LOBO
Pedir perdón
Esa escena es impensable en estas esferas. La foto muestra a un jefazo de la central nuclear de Fuku shima que había acudido ante el alcalde de esa ciudad para humillar ante él la cerviz y pedirle oficialmente perdón por la barrabasada de un accidente que quizá fue evitable y que impedirá durante muchísimo tiempo que su ciudad resurja del tsunami radioactivo y de la trilla mortal que también sembró allí el terremoto con su maremoto. Otras ciudades en su misma circunstancia resucitarán en uno o dos años. La suya no, así que ahora es un alcalde de la nada y todo su valle, pobladísimo y vigoroso hace unos días, será durante muchas décadas un gigantesco solar fantasma, una tierra maldita, devastada y yerma a la sombra de una montaña de hormigón con la que encapsularán al ogro atómico esperando que dentro de tres mil años empiece quizá a extinguir su apestoso aliento.
Ese acto de pedir perdón no fue una mera ceremonia ni parecía teatro. Tiene sinceridad escénica en este caso. Están solos en la foto el baranda de la empresa y el alcalde. Llama la atención la indumentaria de ambos, algo como un mono azul parecido al que lucía el primer ministro al dar los partes en la tele. El alcalde, erguido y con cara severa, contempla la reverencia humillada que le presenta el de la fechoría nuclear, cuya cara no es menos seria, pesarosa y abochornada (no es para menos). En esas caras hay mucha lectura y sugiero al lector curioso que recupere esa foto de los papeles de estos días o de internet, porque es un magnífico ejercicio de perspicacia intentar averiguar en qué estará pensando cada uno de esos personajes en ese mismo instante. No es difícil; y tampoco lo es saber que después uno volvió a su gran despachazo y el otro se fue a la mierda y al lodo de su ciudad cementerio.
Pero es de envidiar el gesto de humillarse y pedir públicamente perdón por algo que se ha hecho mal o con daño. No imagino aquí a un ingeniero pidiendo públicamente perdón por el puente o pabellón que se le vino abajo... o a un cargo público presentando disculpas por una obra disparatada o una estafa.
A los candidatos a las próximas municipales habría que exigirles un test psicológico... y un profesor japonés.