Reportaje | antonio paniagua
Adiós a los afrodisiacos
Ningún estudio científico ha podido demostrar todavía el poder de aumentar la libido que se atribuye a ciertos alimentos como el marisco o las ostras Los sexólogos desmontan la leyenda de que algunas comidas tienen l
No existe ninguna evidencia científica que demuestre que los afrodisiacos poseen las propiedades que la tradición les atribuye. Pese a la leyenda que achaca a ciertas frutas y alimentos el poder de aumentar la libido, los expertos consultados sostienen que no hay mejor afrodisiaco que una buena compañía en un ambiente placentero. No obstante, el efecto placebo, nunca despreciado en la investigación de medicamentos, es tan poderoso que puede inducir la activación del deseo sexual.
Para el presidente de la Sociedad Española de Intervención en Sexología (Seis), Manuel Lucas Batheu, la respuesta sexual está basada en una armonía entre dos conjuntos antagónicos del sistema nervioso autónomo: el simpático, que determina el estrés y la alerta, y el parasimpático, implicado en el relax. «Cuando se produce la excitación sexual, los dos sistemas se encuentran en un tono elevado», arguye Lucas Matheu.
«Los supuestos afrodisiacos actúan aumentando el nivel de uno u otro, circunstancia que trastoca el equilibrio», apunta el especialista. El número de afrodisiacos es tan numeroso como fértil la imaginación humana. Ahí están el marisco, el chocolate, los bombones, el caviar, las ostras, el vino, el champán, la cúrcuma, la canela, las trufas del Piamonte, el hígado de oca o la peonía real, una flor que, por cierto, era empleada por las prostitutas de postín en la Francia del siglo XVIII.
«Es cierto que cuando uno se excita se activan neurotransmisores como la dopamina, la noradrenalina o la oxitocina, pero como siempre ocurre en la sexualidad humana, también participan la piel, la química, la atracción, el deseo o las ganas. En definitiva, se trata de una interacción entre la mente y el cuerpo, como ocurre en todas las conductas humanas», asevera el sexólogo Vicente Bataller. Hasta ahora ningún laboratorio farmacéutico ha dado con la formula precisa para estimular algo tan complejo como el deseo sexual.
Ni la Viagra, aplicada para combatir la disfunción eréctil, ni medicamentos basados en la administración de testosterona logran estimular la libido, que es lo que define al afrodisiaco. La Viagra es un vasodilatador cuya actuación se ciñe a facilitar la erección del pene, mientras que las inyecciones de testosterona, si esta se encuentra en niveles normales, provocan la caída de los niveles de recepción de la hormona, «con lo cual se genera el efecto precisamente contrario al que se pretendía», dice el presidente de la Seis.
Placer y ternura. Si se concibe la sexualidad humana de una forma integral, como la satisfacción del deseo de contacto, intimidad, placer, ternura y amor, es difícil que surja una píldora que incorpore todos esos ingredientes, aduce Bataller. José Luis Beiztegui, vicepresidente de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS), argumenta que más allá de que intervengan mecanismos bioquímicos y fisiológicos en la respuesta sexual, lo cierto es que deben concurrir «unas condiciones psicológicas y ambientales idóneas». «Si uno está especialmente estresado, cansado o preocupado, o existe un conflicto, es más difícil que aflore el deseo», explica Beiztegui. Este experto aduce que la proliferación de supuestos afrodisiacos en parafarmacias, tiendas de esoterismo o en Internet son fruto del marketing.
Sin embargo, tan importante como las sustancias estimuladoras del apetito sexual es creer en sus propiedades, lo que entendemos como efecto placebo. «Yo mismo he visto cómo en una reunión un hombre experimentaba una erección tras aplicársele un vasoconstrictor nasal. Al sujeto en cuestión se le dijo que se le habida dado un estimulante», sostiene Manuel Lucas. De ahí que en la sexualidad, en la que están implicados emociones, sentimientos y sensaciones, el efecto placebo es más intenso que en otras esferas.