CORNADA DE LOBO
Letra intensa
Tiene ese premio bien merecido si le miras de frente; y si le comparas, más. Como escritor no lo hay más prolífico entre autores españoles de hoy: publica tres o cuatro libros al año (diarios, ensayo, poesía, novela), tropel de artículos en prensa... conferencias, cursos y congresos por todo este ruedo ibérico de corrales líricos o por medio mundo... es a la vez editor de delicadezas... los premios nacionales e internacionales que ha venido ensartando en la collarada son dos o tres ristras... es de León, que le tintinea o le escuece... cosecha críticas elogiosas por hectáreas... es tipógrafo de primor y, a ratos, averiguador plástico y artista de detalle o de cartel... y si se mete en historias de la literatura española del último siglo convocando a los nietos del Cid o enfrentando armas y letras, es ya voz autorizada o temida, pues lo hace desde una selva de lecturas y con una de las mejores bibliotecas españolas sobre este periodo que ha ido creando en cuarenta años de rastros, búsquedas y hallazgos... no está encuadrado en grupos literarios ni entre los escritores leoneses como tal, no asomó nunca en la mafia cazurra de los Madriles ni tampoco se le invita mucho por aquí, más bien nada... su obra poética dicen algunos que es insuperable, lo mejor, mientras otros creen que son sus diarios (ya van diecisiete tomazos) lo más entrañable, tremendo y auténtico de su poliédrica escritura, a lo que otros contestan que serán sin duda sus novelas las que le proyecten en el futuro o hay quien cree resumida su verdadera alma literaria en un libro atípico, El arca de las palabras ... va por libre desde los recoletos obradores de su letra intensa en el Madrid castizo o en las serrascas extremeñas de Trujillo... es, en fin, un pedazo de escritor insólito y atípico... y a partir de aquí es donde el lector puede poner en entredicho esta hilada de elogios o no creerlos, porque hablo (y no sólo por razón de sangre) de Andrés Trapiello, último Premio de las Letras de Castilla y León (tras muchos años relegando su candidatura al burladero y tras la paradoja de excluirle en la poblada legacía literaria que mandó esta comunidad a Méjico recientemente). Que lo merece está claro. Y que se lo haya dedicado al ninguneado Carnicer le ennoblece.