A LA ÚLTIMA
Frivolidades
H ace tres días le preguntaron a Mariano Rajoy en la Cadena SER por qué no presentaba una moción de censura para hacer realidad de manera inmediata su sueño de que Zapatero se vaya a su casa con un año de adelanto, a lo que respondió contundente: «Mire usted... frivolidades, las justas». Argumentaba el líder del PP que era absurdo embarcarse en una aventura en la que se sabe derrotado al no contar con una mayoría parlamentaria propicia a la idea. La cuestión es que esa misma mayoría parlamentaria es con la que cuenta Zapatero para sostener su voluntad de agotar la legislatura y por eso resulta frívolo que no atreviéndose a la moción, que es lo único que está en su mano, se empeñe en seguir reclamando un adelanto electoral para que Zapatero le haga su trabajo.
También tiene un punto de frivolidad el doble rasero que maneja Rajoy en materia de responsabilidad política. El catálogo de dimisiones que el PP ha exigido legítimamente al PSOE por las actas de ETA, por el caso Faisán, por los ERE de Andalucía, por los negocios de los hijos de Chaves, recorre todas las administraciones y alcanza todos los rangos, y se compagina mal con la decisión de Rajoy de presentar a las próximas elecciones al imputado Francisco Camps y anunciar que lo mantendrá aunque se abra juicio oral contra él. Con este apoyo a Camps, Rajoy ha desbrozado un sinuoso camino por el que ya se ha lanzado a transitar el PP valenciano. Así, el imputado Carlos Fabra ya ha anunciado que en sus listas autonómicas por Castellón figurarán los imputados Vicente Rambla y Ricardo Costa. Si Camps puede, qué impide que otros no puedan, ha venido a decir Fabra. Y, al parecer, no serán los únicos.
El PSOE valenciano vive horas tan bajas desde hace tanto tiempo que lo más probable es que fuera derrotado aunque el PP hubiera sacado su cartel electoral de la nómina del Circo Mundial. Pero cuando se reclama el gobierno de los mejores, se repite el mantra de la responsabilidad política -de los otros- y se vende el discurso de la regeneración política, ofrecer a los ciudadanos valencianos el trágala de una lista electoral que parece sacada de un acta de acusación fiscal es mucho más que una frivolidad.