De las tinieblas a la luz
Cada día su afán José-Román Flecha Andrés
El día del sábado santo un gran silencio parece impregnarlo todo. En este día, los cristianos acompañamos a María en su soledad y meditamos el descenso de Cristo a la morada de los muertos. Jesús ha asumido nuestra condición humana y ha aceptado el misterio de la muerte. Como él mismo decía, «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto» (Jn 12,24).
Pero al atardecer de este sábado, en la solemne vigilia pascual celebramos el triunfo de la vida sobre la muerte. Tras la bendición del fuego, entraremos en el templo llevando en las manos unas velas que reciben su luz del cirio de la Pascua. En ese cirio vemos esta noche la imagen de Cristo que ilumina las tinieblas del mundo y las tinieblas que a veces se apoderan de nuestro corazón. El solemne pregón pascual canta la grandeza de esta noche en la que la oscuridad es vencida por la luz y el pecado es vencido por la gracia.
La palabra de la Sagrada Escritura nos invita a recorrer la historia de la Salvación. La creación del mundo y la creación del hombre marcan el inicio de la intervención de Dios en la historia humana. Esa historia pasa por la liberación de Israel y por el anuncio profético de un corazón nuevo.
El relato evangélico que es proclamado en esta noche santa nos invita a acompañar a dos mujeres que se dirigen al sepulcro de Jesús (Mt 28, 1-10). No encuentran su cuerpo y se desorientan. Pero un ángel les desvela el misterio de esa ausencia. Jesús ha resucitado como lo había dicho.
La constatación del hecho de la resurrección de Jesús se convierte en noticia que han de trasmitir a todos los seguidores del Maestro. El evangelio de Mateo que se proclama este año, deja constancia de que Jesús les sale al encuentro para invitarlas a la alegría y a la superación del miedo. «No tengáis miedo; id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». Con esa nueva fortaleza han de anunciar el mensaje que les ha sido encomendado.
Todo nos hace pensar que esta palabra se proclama hoy para nosotros. Nosotros hemos recibido la revelación de la resurrección de Jesús. Nosotros participamos de la alegría pascual. Nosotros hemos de anunciar esta buena noticia a todos nuestros hermanos.
Alborea el primer día de una nueva semana que no tendrá fin. Con toda la Iglesia pedimos el don de una nueva vida: «Oh Dios, que iluminas esta noche santa con la gloria de la resurrección del Señor, aviva en tu Iglesia el espíritu filial, para que renovados en cuerpo y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio».
Con mucha frecuencia este mundo nos parece inhóspito y desalentado. Sin embargo, la fiesta de Pascua nos recuerda que todos podemos contribuir a pensar y generar una sociedad mejor. Los cristianos pensamos que el Señor resucitado nos ha llamado para ser testigos de su vida y anunciadores de la gran esperanza. Sabemos y creemos que Él nos acompaña por el camino.