Diario de León
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PEDRO TRAPIELLO
León

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T iene que tener tres caras Bután como tiene un tercer ojo el lama virtuoso. Vimos dos. La cara guapa es que allí manda la naturaleza gigante del Himalaya, los reyes abdican a los cincuenta y la nación se basa en buscar la felicidad de la gente, proteger su gran patrimonio natural y tradicional, invertir en sanidad y cultura y crecer sosteniendo. Y la cara fea es que la pobreza butanesa es proverbial y aceptada por su fe, que nunca se toleraron partidos o sindicatos, que la mitad de la población es analfabeta, que siendo un coloso de la producción hidroeléctrica, la mitad de la gente no tiene luz en casa, que el poder abusa, que la minoría de origen nepalí es relegada o machacada y que la religión les pone a todos de rodillas besando pantuflas y dogmas o adorando a budas de oro con rezos y colorines.

La tercera cara de Bután será la que haya de tener mañana, su futuro. Pinta feo, piensa el lama de cualquier monasterio budista que hay allí (son bellísimas fortalezas) y profetiza que se derrumbarán los pilares de su civilización porque, de pocos años a acá, la televisión va entrando en las casas, pero al no tener canal propio, conectan con las teles indias que llenan su vida de novelones y concursos, glamour de Boliwood, actrices de guapura en verso y toda esa suerte de telebasura y fantasía consumista que vomita el invento, así que ahora la mujer butanesa se compara y se acompleja, se siente fea o rústica frente a los gustos que impone el espectáculo global. Y dudan.

Añádase que aquellos jóvenes maman ahora de internet la savia de sus sueños y mitos. Cuestionan la vida resignada, las tradiciones de hierro, la indumentaria propia, la teocracia en la política... sobre todo, el joven de la minoría nepalí que se siente sojuzgado esperando su día de la ira. Los nuevos butaneses piensan cambiar muchas cosas cuando les toque comerse el mundo por las patas. Bután, entonces, se abrirá a más industria, explotarán su naturaleza y el turismo de masa hará penetrar el dinero y lo pagano en aquel genial laberinto de fondos de saco. Los dioses, entonces, se irán confinando en los lamasterios o en las cumbres de glaciar... y aquel último paraíso se irá tiñendo de global y de neón.

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