Diario de León

BODA REAL BRITÁNICAUna ceremonia que paró medio mundo

Un cuento real

Guillermo y Kate se dieron el sí quiero en Westminster y abrieron el trono británico por primera vez a la clase media El vestido de la novia, más discreto que en bodas reales anteriores, inc

El príncipe Guillermo y su esposa Catalina, duques de Cambridge, se besan en el balcón del palacio d

El príncipe Guillermo y su esposa Catalina, duques de Cambridge, se besan en el balcón del palacio d

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íñigo gurruchaga | londres
León

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El desvelamiento del vestido de la novia, obra de Sarah Burton, joven asistente del fallecido Alexander McQueen, mostró en el inicio de los actos el equilibrio entre los gustos de los contrayentes y su papel constitucional. No tan ampuloso como los desplegados en precedentes bodas reales, el vestido contenía en los bordados del tejido de encaje que cubría sus hombros los emblemas forales de las naciones británicas: Escocia, Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte.

En la disposición de los bancos de las familias, ya en el interior de la Abadía de Westminster, quedaba para la historia la imagen de un linaje real con las damas ofreciendo su porte inmutable y los caballeros, uniformes militares y profusas condecoraciones, mientras al otro lado de la alfombra roja se alineaban hombres y mujeres de la clase media que aspiran, por primera vez, a ocupar el trono.

En la congregación, invitados de organizaciones caritativas que apoyan Guillermo y Kate y amigos de los novios que pertenecen al mundo de los famosos -”el matrimonio Beckham, el músico sir Elton John, el cómico Rowan Atkinson (Míster Bean)-” se mezclaban con políticos y autoridades y miembros de familias reales extranjeras, incluida la española, representada por la reina Sofía y los Príncipes de Asturias.

Los uniformes de Guillermo -”de los Guardias Irlandeses-” y de su hermano y padrino, Enrique -”de los Azules y Reales-” subrayaban la alianza de la monarquía con las fuerzas armadas, cuyos miembros, de numerosos regimientos, incluidos el del Aire y el de la Caballería en los que sirven ambos hermanos, formaron a lo largo de la procesión.

En el recorrido entre la abadía y el palacio de Buckingham se habían congregado desde las primeras horas de la mañana miles de personas, entre las que había turistas y una variedad de banderas, pero que en su mayoría eran británicos que crearon una atmósfera alegre: mujeres mayores que lucían tiaras de calamina, chicas jóvenes vestidas de novias, hombres con bombines de papel. Cuando el cortejo pasó camino de la iglesia, ondearon vivaces las banderitas británicas. El servicio fue trasmitido por altavoces a los congregados en torno a la abadía y en el itinerario y mediante pantallas en parques y plazas del centro de la capital. La voz del comentarista de la BBC, en el interior de la nave, apuntaba el orden de la liturgia y el transcurrir sin contratiempo de la ceremonia.

El publico vitoreó los votos de los contrayentes, su proclamación como marido y mujer, pero nada provocó más vibración colectiva que el canto del himno con música de Elgar y versos del poeta puritano y revolucionario, William Blake.

Guillermo y Kate partieron en carruaje al fin de la ceremonia religiosa desde la abadía hacia el palacio. Habían estado sonrientes y cómplices en el interior de la iglesia y, escoltados por la imponente caballería de los guardas reales, recibieron los parabienes de un público entregado, que se aglomeró después frente a la fachada de Buckingham para ver a la familia real comparecer en el balcón central, a los novios darse un beso y a cuatro aviones de la batalla en los cielos británicos en 1940 y a otros cuatro que combaten ahora en Afganistán y Libia sellar con sus motores el fin de los actos públicos de la boda real.

1397124194 Pasado y futuro

El espectro de la fallecida Diana también sobrevoló una jornada de tiempo fresco y nubes grises. Desde el 6 de setiembre de 1997, el día en el que el féretro de la princesa recorrió The Mall camino de la abadía, no ha habido una ceremonia real con dimensión y repercusiones como la de ayer. Tampoco una en la que sus dos hijos hayan tenido un papel protagonista semejante.

Si entonces el primer ministro Tony Blair, -”que no fue, como tampoco su sucesor, Gordon Brown, invitado a la boda, en un desplante protocolario al laborismo que ha inquietado incluso a la prensa conservadora-” tuvo que convencer a la corte de que al menos izara a media asta la bandera británica cuando el cuerpo de Diana yacía junto a The Mall y la reina y su familia permanecían en su residencia escocesa en Balmoral, ayer ondeaba desde el mástil de Buckingham una enorme enseña real.

El primer himno elegido por los novios para su casamiento fue el último que se interpretó en el funeral de la madre de Guillermo.

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