CORNADA DE LOBO
Qué perfume
Arrancó la motoreta del tiberio electoral; hay promesas, pedorretas, piruletas con las siglas y algún tonto con timbal... venden motos, panderetas o a su madre en un morral... venden humo, zapatetas, pataletas sin bozal.... ¡y haya paridad de tetas!
Empezó el ruidoso baile. Ponte el mandil, las palabras salpican.
Un candidato (de cuyo nombre no quiero acordarme) aspirante a la alcaldía de de León respondía a una de esas entrevistas de largo cuestionario en las que se busca no tanto su discurso político como el perfil humano, planteando preguntas y respuestas cortas relacionadas con sus aficiones, gustos, sentimientos, lecturas, recuerdos... y a pesar de que conocía el cuestionario, algunas respuestas son delatoras.
Un ejemplo; a la pregunta de quiénes son sus actores preferidos respondió tan pichi: Tony Leblanc y Conchita Velasco, que ya no la llaman así ni en su casa; ¿sabrá que hay cine más allá del blanco y negro?...
Tampoco sorprendió que dijera que su color favorito es el azul, porque es el elegido por todos los candidatos, qué curioso, otra razón más para que el peatón elector concluya que todos los políticos son iguales.
Reveladora fue su respuesta en cuanto a creencias religiosas, pues se definió como «católico y agnóstico» ¡a la vez!, con dos pelotas y sin rubor... y no dijo que era también budista en la intimidad o islamista por las tardes, porque aún no hay masa electoral de estas confesiones en estas soledades cazurras.
Pero la respuesta inquietante saltó al preguntarle por su olor preferido, su perfume: el de una carnicería, dijo el pájaro. Ostrás, el olor de un chuletón ¿es la colonia que le pone?, ¿se masajeará el sobaco con carne picada?, ¿qué trauma infantil esconde este mal gusto o esta voracidad?...En fin, si para obtener permiso de armas se exige un test psicotécnico, ¿no habría que exigirlo también a los candidatos que dispararán con dinero público?...
Y una reflexión final: en el Diccionario del diablo de Ambrose Bierce (me regaló Paco Alejandría una espléndida edición), el autor escribía ya en 1886 una profética definición: « Elector , s. Que disfruta del sagrado privilegio de votar por el hombre que ha elegido otro».