Diario de León
Publicado por
pedro trapiello
León

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Y a se sabía que el número 11 tiene algo de inquietante y a este año que acaba con dos palotes le salen rarezas en cada hoja del calendario (a los japoneses, por ejemplo, no se les olvidará el 11-3-2011 ni en siete generaciones... ni a los de Lorca el 11-5-2011).

Hacía setenta años que no se veía por aquí un abril tan caluroso (¿se hablaba entonces de cambio climático?, ¿existía ya el fenómeno?). Esa calora trajo también dos paradojas inusuales que jamás contemplé: el día 4 de mayo andaba ya volando un pollo de pardal echado del nido y pidiéndole comida a la pardala en aleros y cornisas; ese mismo día, en un cerezo de Canedo vi que había cerezas ya maduras. Insólito. Son señales de algo, pensará quien sueñe con catástrofes o profecías, pero ese pardal que contemplé un buen rato volaba ya con gran dominio y agilidad... y las cerezas estaban de vicio.

No son señal de nada. La leyes naturales también tienen sus excepciones y caprichos. Y si la excepción es generosa, todos se aprovechan. Ya vendrán años terribles. Así se escribió la historia desde que el Bernesga tenía sólo una orilla. Carpe diem.

Supongo, pues, que los gorriones tendrán este año dos polladas (los jóvenes creen que este año pillan) y no sería extraño que, si viene húmedo septiembre, les dé a los cerezos por florarse para nada, aunque será divertido y jubiloso incluso para ellos, como les ocurre algunas veces a otros frutales en otoñadas cálidas y húmedas.

Los pardales de la política tendrán también este año dos polladas: la que perrea por untamientos y untonomías para anidar allí en junio y la que se dispone a ser diputada o cortesana en las generales del próximo año (ya está repasando insultos y obviedades). La rareza de que vengan flores y brotes verdes en otoño parece, sin embargo, menos probable. Pintan bastos y securas todavía. Después vendrán unos años de espadas; y tardaremos un tiempo largo en volver a ver oros o copas en la baraja de este tute cabrón que ha decretado una feroz economía que todo lo exageró, desbarató o corrompió.

En fin, sólo nos quedará mascullar lo del estoico perdedor: «paciencia y a barajar». Y vengan, mientras tanto, pardales y cerezas.

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