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León

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Cada día su afán José-Román Flecha Andrés

Son muchos los que repiten hoy por todas partes que la naturaleza está en peligro. La humanidad ha adquirido una mayor conciencia de su responsabilidad con relación al deterioro del planeta y a su supervivencia. Todo el mundo se preocupa por el expolio de la naturaleza y por la conservación del medio ambiente. La Ecología se ha ido convirtiendo en Ecoética.

Son muchos los documentos internacionales que contienen una seria advertencia sobre la responsabilidad que incumbe a la humanidad con relación al ambiente natural.

Tampoco la Iglesia Católica puede desentenderse de esa preocupación. De hecho ya en los escritos del papa Pablo VI se encuentra una apremiante reflexión sobre el deterioro ambiental. Precisamente hoy se cumplen cuarenta años de la publicación de la carta apostólica Octogesima adveniens (14.5.1971), con la que se conmemoraba el 80º aniversario de la encíclica Rerum novarum del papa León XIII.

En aquella carta, reconocía Pablo VI que el ser humano ha adquirido bruscamente la conciencia de que «una explotación inconsiderada de la naturaleza, corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación». Y añadía él que las contaminaciones y los desechos de todo tipo constituyen una amenaza de enfermedad para el presente y de muerte para el mañana.

En ese contexto, aludía Pablo VI a un marco antropológico más amplio para tratar de comprender la crisis: «No sólo el ambiente físico constituye una amenaza permanente: contaminaciones y desechos, nuevas enfermedades, poder destructor absoluto; es el propio consorcio humano el que la persona no domina ya, creando de esta manera para el mañana un ambiente que podría resultarle intolerable. Problema social de envergadura que incumbe a la familia humana toda entera» (OA 21).

Como se ve, para Pablo VI el deterioro del medio ambiente es una de las consecuencias que se derivan de una determinada imagen del hombre y de una determinada ética o falta de ética. La práctica está determinada por la teoría. El fondo del problema es antropológico. De la comprensión del ser humano se deriva la orientación y la justificación de su actividad con relación a sí mismo y al mundo en el que vive. Una postura de autosuficiencia y una defensa de la autonomía absoluta del ser humano ha generado una determinada bioética -”por usar el término que había aparecido el año anterior-” y una determinada ecoética .

Es evidente que el panorama que presenta la actual degradación del ambiente apela a la responsabilidad del ser humano sobre la naturaleza exterior. Pero interpela también al hombre sobre la responsabilidad que se debe a sí mismo.

La carta vincula el problema de la contaminación y de los desechos con otras formas de destrucción de la sociedad y de la vida humana. El texto papal nos muestra el horizonte de una ecología social. En esa mirada no estamos solos. En unión con los demás hombres y mujeres, los cristianos hemos de sentirnos responsables del destino común de la humanidad.