CORNADA DE LOBO
En contra
Un tercio de los votantes son de piñón fijo y apuestan por los suyos para poder votar contra los otros. Otro tercio no vota a favor de nadie, vota directamente contra alguien. Y el otro tercio largo, absteniéndose y no votando jamás, vota contra todos, incluidos los votantes. Conclusión: los españoles no votamos a ideas o personas, votamos en contra. Es lo que llamamos embestir... democráticamente.
La derecha, por ejemplo, no votará el día 22 a su alcalde, sino contra Zapatero y en ello fía su campaña. El socialismo rosa votará contra Aznar (?) y contra Camps, porque piensan que Rajoy no deja de votar contra sí mismo. La izquierdina votará contra las dos siglas mayoritarias, pero su falta de hechos votará contra ellos. Sólo los nacionalismos, como las coaliciones o candidaturas independientes (¿de quién?), se votan a sí mismos aspirando como mucho a ser bisagra, lo que les permitirá después exigir grasa de ganso para no chirriar y votar contra el más tacaño (no resuelven nada con ello, pero ellos quedan resueltos).
En fin, la inquina es nuestro fiel programa; la repulsión, nuestra bandera; la aversión, nuestro deporte; y los votos en contra, goles por la escuadra... ¡con lo que nos gusta el fútbol!
Ante este panorama, cualquiera diría que somos un país políticamente primitivo y demasiado salvaje aún, pero tras cerrarse el portón de las elecciones, se abrirá en secreto la puerta de atrás del corral donde poder esconderse de luces y taquígrafos para cambiar digos por diegos, contar las gallinas y repartírselas. Será el momento de los pactos y lo que antes fue perrear y actitud en contra se convierte en amores diplomáticos al sol que más calienta, cosa que al menos permite parecernos a las democracias más avanzadas... y corruptas, o sea, civilizadas.
La abstención crecerá. El votante se irrita ante el abstinente por irresponsable, pero la abstención es la ley de la apatía, del desengaño, del castigo y del que no cree en listos y ladrones. En Estados Unidos, recetador oficial de democracias para todo el planeta, la mitad de los electores se queda en casa; y entre los menores de veinticinco años, la abstención alcanza ya el setenta por ciento. Son nuestro modelo.