Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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El que a móvil mata, a móvil muere ... es el hierro de hoy.

Arde la red. La ira es roja, es negra, es añil y es verdecina en los rastrojos pardos de una política segada y cosechera... ¡indignaos!... arde la consigna de Madrid a Roma o de Pucela a Botines. La sublevación sentada está servida en las plazas centrales del desengaño. Carteles y pintadas disparan letras que gritan. Son jóvenes despechados por tanto insulto político y armados con una nueva generación de móviles que convierten en fósiles los nokias del «pásalo» de hace siete años. En esta ocasión los mensajes no piden tralla en las urnas, sino el castigo mudo del voto nulo, votar en blanco, botarles a todos, como si hubieran pasado claramente del esperanzado no nos falles... al desesperado no nos folles .

Bien... ¿y?...

Es de celebrar que unos pocos-muchos ciudadanos jóvenes a los que se ha ido sumando gente pureta y curtida ensayen una sublevación moral, rompan su abulia y le griten al lucero del alba que guiña su parpadeo en el horizonte trasladando desde allí la queja al sursum corda. ¿Lo oirá el político?...

Seguro, pero no le inquieta; mayormente esa peña es descreída y no vota, así que ahí no se pescan papeletas, salvo el oportunista y algún desvergonzado (que también en Botines asoman).

Son jóvenes los más, pero su cabreo y desengaños son más antiguos y razonados que los tuyos, que dices que también te sobran para no ir a votar en esta cívica jornada en la que se puede ejercer el « sagrado privilegio de elegir a unas personas que han elegido otros» (A. Bierce).

La chispa cairota fueron móviles jóvenes. La red expandió la ira. Y al poco, se sumaron los cabreados, el ochenta por ciento de una población harta de chulos y ladrones. Será difícil ver eso aquí (la población echada a la calle, no ladrones y chulos, que también sobran).

La derechona impresa se mofa de la mugre y la cochambre de estas acampadas. Otros aseguran que no será más que un azucarillo en una piscina, mensaje embotellado en el océano.

Pero aunque aquí no se arregle el país y el marronazo, al fin se empieza a ensayar el sagrado derecho de poder llamarles a la cara sinvergüenzas.

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