CORNADA DE LOBO
Requetesanísimo
C omer sano, vivir sano y tener costumbres sanas es hoy una orden más que un consejo, pero es, sobre todo, un mercado en expansión imparable. La salud es lo primero. En el súper hay confusión de mil yogures distintos (y hasta milagrosos), plagas de productos biológicos, dietéticas, galletas raras... y mucha fibra por aquello de « pegar fuerte, cagar duro y mear claro son señales de hombre sano ».
La cuestión es cómo se puede vivir sano en una ciudad, si lo que comes te lo traen de Pénjamo o viene envuelto y has de fiarte... si el aire atufa pestes y monóxidos y nunca será el de un pueblo con monte... o si las costumbres urbanas no pueden ir más allá del tasqueo, de sacar al chucho y un poco de jardín (con botellón, señor guardia).
Algunos, en embargo, persiguen mantenerse en forma con algo de deporte o gimnasio, equilibran sus comidas, se chequean periódicamente, eluden cocinas tradicionales cargadas de carbohidratos y grasas y hasta se tornan vegetarianos o adictos a las ensaladas piruleras (« de lo que come el grillo, poquillo », dice Valdueza, don Sócrates).
Estar sano cuesta un pico, la salud también se compra, de modo que si una marca de refrescos decide tapar sus latas con una cubierta de estaño para preservarlas de esa leyenda de venenos y meadas de ratones que corren en los almacenes, Maritoñi, la profiláctica, las elige para su cesta de la compra en la certeza de que están exentas de miasmas y encantada de la genial y saludable iniciativa de esa marca. Pero ignora que esa tapa preservativa viene fijada a la lata con un pegamento sutil que también queda en su reborde una vez quitada. En su seguridad sanitaria, Maritoñi bebe a morro y una leve dosis del pegamento le va al coleto en cada lata. Dentro de poco, comenzará a sentir desarreglos intestinales, confusas molestias generales y una flojera muscular que la incrustará en el sofá tardes enteras. Nadie será capaz de averiguar el origen de sus dolencias, ni los especialistas en alergias, ni el más afamado endocrino al que pagará un riñón por consultas y potingues. ¿Quién encontrará en sus cien analíticas la ponzoña química del pegamento?... ¿Será que demasiada vida sana también puede matar?