Ortega Cano

Cuando hace unas semanas la familia de José Ortega Cano denunciaba en DEC la situación en la que se encontraba su hermano, muchos pensaron que exageraban la nota con el fin de sacarse sus buenos euros. No era ese su propósito, por más que el lugar elegido (un plató de televisión) no fuera el más adecuado para lograr que el diestro se diera por aludido y se pusiera en manos de los únicos que en esos momentos podían curarle: los médicos del alma, porque la enfermedad que sufre Ortega Cano desde la muerte de Rocío Jurado es una depresión de caballo, que unida a otros muchos problemas (la bebida entre otros) podían darle un susto de campeonato en cualquier momento.

No creo en el destino, aunque a veces la realidad se obstine en demostrarme lo contrario. En el caso de Ortega Cano nadie podía prever una situación como la que está viviendo en el Hospital Universitario Macarena de Sevilla, donde se debate entre la vida o la muerte, después del accidente de coche que tuvo cuando se dirigía la noche del sábado a su finca de Castilblanco y que costó la vida a Carlos Parra. Un buen hombre que tuvo la mala suerte de cruzarse en el camino del diestro cuando este invadió el carril contrario.

No sé qué ocurrirá en las próximas horas, determinantes para el torero, pero de lo que sí estoy segura es de que la peor cornada que le ha dado la vida, y le ha dado muchas, fue la muerte de Rocío, que no ha podido superar, por más que hayan pasado cinco años desde su desaparición. Cinco años durante los cuales la vida de Ortega ha sido un sin vivir, aferrado a sus recuerdos ha transitado por los platos de televisión buscando un bálsamo que paliase su dolor, que le diera la fuerza necesaria para seguir adelante sin la mujer en la que sustentaba su fuerza y su valor. Prueba de ello es que convirtió en un santuario su finca de la Yerbabuena, donde todo sigue estando como ella lo dejó. Si logra sobrevivir a las heridas físicas que le mantienen postrado en una cama, difícilmente será capaz de superar la cruenta realidad que se va a encontrar cuando despierte y se entere de que un despiste suyo en la carretera le ha costado la vida a un padre de familia.