CORNADA DE LOBO
El dólar del dolor
Richard Verone está en paro. Y ahora, además, está en la cárcel (gracias a Dios). En su vida laboral fue mayormente repartidor de Cocacola en Carolina del Norte. Hace tres años le despidieron, justo al estrenarse esta crisis que rasca que jode sin que se atisben sus finales. Agotadas sus prestaciones como desempleado, necesitó atención hospitalaria y una operación para no acabar siendo, además de desamparado, un tullido.
Pero no tenía cobertura sanitaria, ni podía afrontar el coste de la operación. Intentó inscribirse en padrones de discapacitados o de asistencia social y se lo denegaron. La intervención quirúrgica le urgió definitivamente y planeó un atajo para salir de su ruina: atracar un banco. Le meterían en la cárcel y, ya dentro, los servicios médicos penitenciarios resolverían su operación.
Dicho y hecho. Atracó un banco hace unos días en la localidad de Gastonia pasándole al cajero una nota en la que exigía que le entregase... ¡un dólar, un sólo dólar!... Se lo dio y llamó a la policía. Richard Verone se sentó en un sofá del banco a esperar a los guardias. Le trincaron. Ni siquiera llevaba una pistola de juguete. Sabía lo que hacía y que las leyes norteamericanas penalizan severamente este delito. Tenía calculado él que le caerían tres años (¡tres por un sólo dólar!), dejando claro que su objetivo no era el dinero, sino la dignidad. La poli fliparía, me imagino.
Mañana. martes, le espera el juicio. La cárcel le cae segura. Pero ahora dicen que no serían tres años, sino uno. Qué chasco, quizá no haya tiempo para que le arreglen dos vértebras esferuladas, un tobillo tronzado y huesos molidos de artrosis. Espero que el juez aplique con todo el rigor la ley para poder tener piedad de ese pobre diablo.
La tendrá, seguramente. Verone se ha convertido en una estrella mediática, o sea, fugaz. Su noticia ha salido en todo el mundo y le tocará la lotería de que su caso sea atendido, algo que no verán en el suyo los millones de gentes sin seguro de aquel país donde un serio revés de salud sigue siendo para muchos un umbral de ruina o desahucio, un país que obstaculiza sistemáticamente el crear una seguridad social para no dañar al negocio de la muerte.