Diario de León

Ayer por lo civil, hoy ante la iglesia

Alberto II y Charlene Wittstock saludaron desde el Palacio Real tras convertirse en marido y mujer en una primera ceremonia que tendrá continuidad hoy con la presencia de las casas reales y los famosos

Los novios salen del Palacio Real de Mónaco tras la ceremonia civil.

Los novios salen del Palacio Real de Mónaco tras la ceremonia civil.

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marta garde | mónica
León

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Alberto II de Mónaco y Charlene Wittstock celebraron ayer su boda civil, una ceremonia seguida atentamente por todos los monegascos, que celebraron especialmente el momento en el que la pareja salió a saludar desde el Palacio y correspondió a sus aplausos con dos besos. La boda duró apenas quince minutos y fue oficiada por el presidente del Consejo de Estado, Philippe Narmino, que les expresó en francés, lengua oficial del Principado, su alegría por unirles en matrimonio.

Unas ochenta personas, incluidas sus respectivas familias y las autoridades del Principado, fueron testigos directos del enlace, pero más de 3.000 monegascos esperaban al ya matrimonio en la plaza del Palacio, vestidos también de fiesta. Como regalo a los soberanos, un cuadro de Kandinsky y una escultura del francés Antoine Bourdelle, que la pareja recogió personalmente cuando, terminada la ceremonia, bajó para compartir con ellos un ligero cóctel con productos sudafricanos y monegascos.

La novia -con el pelo recogido, falda larga, cuerpo palabra de honor y chaqueta- iba vestida, según fuentes de Palacio, con un traje diseñado por ella misma, pese a que en un primer momento se informó de que era de Chanel. Esta casa francesa sí fue la escogida por la princesa Carolina y su hija Carlota, cuya elegancia explicó una vez más por qué acaparan todos los flashes en las recepciones oficiales. Cincuenta y cinco años después de que el príncipe Rainiero III y la desde entonces princesa Gracia se casaran, con esta boda se afianza el futuro del Principado y, sin necesidad de nuevos desmentidos, se acalla el rumor que circulaba con fuerza desde hace días sobre un supuesto intento de fuga de la novia a su país natal, Sudáfrica.

1397124194 Una boda excepcional. «Los rumores son rumores hasta que no se demuestre lo contrario. Ha sido una boda excepcional y les deseo lo mejor del mundo y una descendencia numerosa», dijo Martine Bache, una monegasca de 56 años. Otros como Richard Gerard, francés residente en Mónaco, se mostraban más preocupados por cómo los cambios en el transporte público afectaban a su rutina que por los supuestos problemas de la ahora princesa, sobre los que, ironizando, apuntaba que «a lo mejor quería solo ir a recoger algo que se le había olvidado». Al margen de las habladurías, el programa se cumplió ayer al milímetro, y Charlene, convertida en princesa, ejerció a la perfección su nuevo rol de primera dama, estreno en el que contó con la compañía, entre otros, de sus padres y sus dos hermanos. Mónaco se había engalanado con banderas monegascas y sudafricanas en honor a la novia, pero no será hasta hoy, día de la ceremonia religiosa, cuando la pareja haga el recorrido nupcial por los lugares más emblemáticos del Principado, en un Lexus LS 600h Landaulet concebido especialmente para ese segundo enlace. Ayer el programa había previsto actos más «íntimos», como el cóctel compartido con los monegascos o la recepción que ofrecerán posteriormente a los residentes en esos apenas dos kilómetros cuadrados de territorio, seguida de un concierto del francés Jean-Michel Jarre. El objetivo de la pareja era que, más allá de una boda soberana, se celebrara una fiesta «familiar», aprovechada también por el Principado para intentar ofrecer una nueva cara del mismo.

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