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El Principado ya aguarda un heredero

Jefes de Estado, monarcas y príncipes herederos, junto a personajes famosos acompañaron a la pareja

El príncipe Alberto II de Mónaco y la princesa Charlene.

Publicado por
marta gardea | mónaco
León

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Los príncipes Alberto II y Charlene de Mónaco celebraron ayer la segunda de las dos bodas, una civil y otra religiosa, con las que sellaron cinco años de noviazgo y contribuyeron a afianzar el futuro del Principado, en el que se espera con ganas la llegada de un heredero al trono.

Estos tres días de fiesta, si se cuenta el concierto de The Eagles que la pareja previó para pasar su última noche de soltera, serán recordados no tanto por las miradas y gestos cómplices entre el nuevo matrimonio, escasos y breves, sino por su voluntad de hacer partícipes del enlace a monegascos y residentes.

Tras la boda civil del viernes en el salón del trono, el gran día para este territorio de apenas dos kilómetros cuadrados llegó ayer, con la presencia de jefes de Estado, monarcas y príncipes herederos, y personalidades del mundo de la moda, el deporte y los negocios.

Todos ellos, ante los cerca de 3.500 monegascos invitados a la plaza del Palacio, desfilaron por la alfombra roja y blanca, con los colores nacionales monegascos, que le dio al lugar un aire de decorado cinematográfico, no exento de grandeza.

La seriedad de la pareja durante gran parte de la ceremonia hizo que pueda ser descrita como exenta de sentimiento por aquellos que quieren creer los rumores que periódicos galos como Le Figaro y L'Express recogieron hace días, relativos a un supuesto intento de fuga de la princesa a Sudáfrica, y a la aparición de nuevos hijos no reconocidos por parte del príncipe.

Por el Principado, no obstante, y a falta de pruebas, priman de momento los deseos de felicidad hacia los recién casados: «Estamos muy contentos, son como parte de nuestra familia. Les deseamos lo mejor y sobre todo, hijos. Los rumores no son más que eso», dijo la monegasca Monique Amisse, de 70 años e invitada al enlace.

No hubo imprevistos en la agenda programada, que se cumplió prácticamente al minuto, y que continuó por la noche con una cena oficial elaborada por el célebre chef francés Alain Ducasse, con un espectáculo de fuegos artificiales y con un baile que se prolongó hasta la madrugada.

Charlene, según fuentes de Palacio, llevó entonces un segundo traje del italiano Giorgio Armani, el mismo modisto que firmó ayer su traje de novia, que tenía una cola de 20 metros de largo, decoraciones en nácar, perlas y cristales de Swarovski, y más de 2.500 horas de trabajo.

Cambio de estilo. Lejos queda el estilo de la joven que a su primer baile de la Rosa, según reconoció en entrevistas previas al enlace, acudió vestida «como un árbol de Navidad», con un vestido verde y las uñas pintadas de rojo, en un conjunto que ella misma ha considerado desafortunado, pero tras el cual no se le han reprochado pasos en falso.

Alberto II afirmó el viernes, en un discurso ante sus súbditos, que con este matrimonio «se abre una nueva página en la historia del Principado», que esperó que se mantenga fiel «a sus particularidades y a sus valores», pero que se enriquezca con «la apertura y la atención encarnadas por la princesa».

Reflejo de esa unión de culturas fueron las banderas monegascas y sudafricanas que desde hace días ondean por esta ciudad-Estado, o la actuación ayer de la soprano sudafricana Pumeza Matshikiza justo después del intercambio de alianzas.

Con esta boda se buscaba igualmente ofrecer una nueva cara del Principado, en el que según el delegado general de Turismo, Michel Bouquier, se pretendía salirse de los estereotipos de «glamour, lujo y calidad, de los que estamos muy orgullosos», y ofrecer otros que muestren una cara más amable y accesible del lugar.

Repercusión económica. Falta todavía que se cuantifique la repercusión económica y turística de este matrimonio sobre el Principado, pero los pocos comercios que ayer, declarado día festivo, se mantuvieron abiertos, ofrecieron a los clientes una copa de champán tras el enlace, con ganas de que todo el mundo siguiera siendo partícipe de la fiesta.

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