La leche materna determina la calidad del semen de los hijos
La lactancia puede alterar el desarrollo de los testículos
La leche materna y la calidad que tendrá el esperma del hijo en el futuro están directamente relacionadas. Por primera vez, un estudio científico sugiere que, además de los contaminantes ambientales acumulados en la madre y que transmite al vástago durante el embarazo, la lactancia también puede alterar el desarrollo de los testículos y por tanto provocarle baja concentración de espermatozoides (oligospermia). Un equipo de investigación del Institut Marquès y científicos del CSIC han llevado a cabo un estudio que compara los niveles de sustancias contaminantes químicas que hay en la leche materna de mujeres gallegas de zonas rurales y el de catalanas residentes en entornos industriales.
El trabajo, publicado en la Revista Internacional de Andrología , concluye que la leche materna de las catalanas contiene un nivel de tóxicos hasta cuatro veces superior a la de las madres gallegas. Según la doctora Marisa López-Teijón, jefa de Reproducción Asistida del Institut Marquès y directora del estudio, «los mayores niveles de oligospermia se localizan en las comunidades con mayor grado de industrialización y creemos que se debe a la exposición del embrión a los contaminantes químicos»
En el 2007, el Institut Marqués publicó en la revista Reproductive Biomedicine un estudio comparativo entre el semen de los varones de Barcelona y La Coruña. Concluía que en Cataluña la concentración espermática media resultó ser casi de un tercio inferior al de Galicia. Este trabajo fue ampliado en el 2008 con otro que confirmó esta gran diferencia: en Cataluña un 22,7% de los jóvenes presentaba una concentración de espermatozoides inferior a la normal, mientras que en Galicia este porcentaje se reducía al 8,5%. «Se refuerza la hipótesis de que los tóxicos ambientales transmitidos de madre a hijo en el embarazo y la lactancia pueden ser una de las claves de la infertilidad masculina», señaló ayer López-”Teijón. El problema comienza cuando los falsos estrógenos, los elementos tóxicos del ambiente, compiten con la testosterona y hacen que los testículos de los niños no puedan desarrollarse bien.