CORNADA DE LOBO
«Ni un puto duro»
A la peseta la fusilaron un día al amanecer del euro. Costó enterrarla. Y no lo está. Siguió viva y coleando en cada cálculo de pago. Aún hoy no podemos imaginar el valor de un piso o de un coche si no lo ciframos en millones de pesetas.
Tenía nombre coqueto... ¡peseta!... y picardeaba, pues «peseta» siguen llamando a sus genitales muchas mujeres de los pueblos de por aquí por no tener que decir coño... o «jeta», que era palabra soez cuando éramos guajes porque se refería precisa y solamente a eso, al potorro.
Los ricos y tratantes preferían medir sus operaciones en duros. Teniendo mucho, se cuenta mejor de cinco en cinco. También la presidenta de Madrid sigue contando así: No tenemos ni un puto duro , le confesó hace días Esperanza Aguirre (o la cólera de Dios) a Gallardón sin percatarse de que el micro estaba abierto (como aquella vez que llamó hijoputa a no sé quién y acabó enterándose la urbe, el orbe y el pobre hijoputa). Podría haber dicho esta vez puto euro (sólo cambia una letra), pero no es lo mismo. Un duro es un duro, el que mejor cuenta y canta cuando se trata de amasar o apañar.
Pero analícese el suceso: Lo de no tenemos ni un puto duro en caja no lo dice sólo Esperanza Aguirre; lo claman y pregonan todos los cargos populares que desalojaron a socialistas de su sillona. Esto se hace siempre por ponerse la venda antes de la herida o por agrandar expolios (La Mancha es su paradigma), pero en el caso de la comunidad de Madrid, si no hay un puto duro es porque la mismísima Esperanza se los habrá gastado, ¡arsa pilili!, así que hubiera sido oportuno que hubiera dicho en su discurso de investidura, como lo han hecho sus colegas y colegos, que se había encontrado las arcas vacías por culpa del anterior gobierno untonómico, chiripitifláutico y despilfarrador. Habría sido un detalle de inteligente y ejemplar sinceridad... aunque esperarlo es de tontos.
Cabe decirse, en fin, que en boca de una lideresa de derechas no queda fino colar las bizarras expresiones y tacos que frecuentan doña Aguirre, la Rita o La Fornarina (¿y me riñen por usarlos yo aquí?, cagonrós), salvo que los duros, efectivamente, sean putos, que lo son.