Diario de León

Diario de una aventura

Una vía para Castilla y León

El acceso abierto en la última ascensión en Mongolia tenía fisuras, lajas, bavaresa y placa: ¡todo lo que uno busca en las paredes a la hora de escalar!

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León

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O s voy a contar las últimas horas ¡de infarto! en Mongolia: tras nuestro paso por el desierto, donde alucinamos literalmente con todo, con el paisaje, con la gente, con todo... teníamos que emprender rumbo a las paredes de granito en las que se iba a estrenar Edu en la escalada, ¡donde le esperaba el desafío final! En el pequeño aeropuerto de Gobi nos vimos sorprendidos por un temporal terrible, tuvieron que cancelar todos los vuelos durante doce horas, las que estuvimos esperando pacientemente a que saliera nuestro avión. ¡Por fin volamos! Teníamos tanta ilusión por escalar en este país que nada más llegar a Ulán Bator, sin descansar, sin dormir, alquilamos otra furgo y pusimos rumbo al lugar donde nos esperaban nuestras paredes. Y nada, al poco de llegar a la base, apenas tres horas después, tras descansar un poco, ya nos pusimos a darle a la escalada libre. En este tipo de escalada se emplean únicamente las manos y los pies como elementos de progresión, nada más, y la verdad que teníamos ganas de enseñar esta disciplina en algún programa de Desafío Extremo. Estuvimos un montón de horas, como doce horas, practicando con Edu, enseñándole... y se le hacía un poco cuesta arriba, lo veía dificilísimo, muy complejo... Nos habíamos propuesto escalar en una zona espectacular (¡en la que al parecer éramos los primeros españoles que lo hacíamos!), una vía abierta hacía un par de días (un 6 b+/6c de grado de dificultad) de la que conseguimos la primera repetición, y ahí el pobre Edu no consiguió ni despegar. Le montamos un top rope (escalas con la cuerda por arriba, de manera que si te caes te quedas colgando, no caes al vacío) logró avanzar un poquito... ¡pero acabó desesperado!

Así que, ya que parecía que éramos los primeros españoles en la zona nos fijamos un nuevo objetivo: una nueva vía, abierta por nosotros, en una zona, y una pared, increíblemente bonita: una especie de pirámide de granito en mitad de un valle que parecía sacado del cartón de las pinturas Alpino! y nos pareció el mogote más bonito de todos, así que ¡estaba decidido! Allá que nos fuimos a subirla con la filosofía de hacerlo de la manera más limpia posible, ni parabolts, ni clavos, ni nada... Abrimos la vía desde abajo y rapelamos con cordinos que luego recogimos, no quedó nada en la pared, ni rastro de nuestra huella.

El resultado fue una vía muy bonita, vertical, con dos secciones difíciles, en las que Edu lo paso un poco mal pero pudo, finalmente, completarla ¡y llegó arriba! Yo abrí la vía de primero, y luego Kike subió detrás ayudando a Edu, que estaba entusiasmado, pletórico porque nunca había hecho algo ni remotamente parecido, y por la belleza de la línea que abrimos en la pared: tenía fisura, lajas, bavaresa y placa: ¡todo lo que uno busca en las paredes, a la hora de escalar! Así que a esta ruta de cincuenta metros tan chula, y en un lugar tan especial, decidimos llamarla Castilla y León es Vida, como el lema de la tierra de todos los que estábamos allí, menos Edu, claro... pero le hemos leonizado estos días, e invitado a pasarse por nuestra comunidad ¡a pasárselo de miedo! Y ha dicho que por supuesto, así que... ¡ya es uno más! Ahora me toca descansar un poco, pero seguiré en la brecha porque planeo investigar unos fondos marinos espectaculares en las islas Maldivas para un programa especial de buceo, ¡ya os contaré, amigos! Por

ahora, a recrearme en los recuerdos de la fantástica Mongolia. ¡Hasta muy pronto!

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