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Cosas de aquí | Creatividad culinaria

La historia de amor de El Bulli

El conocido restaurante surgió fruto del amor y desamor de una pareja, los Schilling, quienes pusieron la primera piedra de un minigolf y un chiringuito

El doctor Hans Schilling y su mujer Marketta, en la terraza de El Bulli en los años 60.

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isabel conde | roses
León

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El restaurante El Bulli, que cerrará sus puertas en menos de una semana, surgió fruto de una historia de amor y desamor entre una pareja, los Schilling, quienes pusieron la primera piedra de un modesto minigolf y un chiringuito que ha llegado a convertirse en referente mundial de la gastronomía.

Cuando a finales de los años 50 los Schilling pisaron Roses por primera vez, y se enamoraron del Cap de Creus, nadie imaginó nunca que su pequeño proyecto hostelero acabaría siendo el germen de una innovadora y única fundación de creatividad culinaria. «Si los Schilling vivieran y supieran que vamos a hacer la Fundación estoy seguro de que estarían encantados. Construir algo como elBulli Foundation era su deseo natural», ha asegurado Ferran Adrià.

El amor, y su dolorosa contrapartida, el desamor, estarán siempre presentes en la historia de El Bulli, ha relatado el alemán, de 94 años, Horst Lehwald, íntimo amigo del doctor Schilling, promotor de negocios hosteleros en Alemania e impulsor de que la pareja montara un negocio en la Cala Montjoi.

El doctor Hans Schilling (Alemania, 1917-1998) conoció a Marketta (Checoslovaquia, 1919-2007) en Praga, donde mantuvieron un romance intenso y fugaz, con la II Guerra Mundial de fondo. Al finalizar la contienda, en 1945, Schilling fue capturado por los rusos, pero justo antes de que lo trasladaran preso a Rusia en un tren, Marketta consiguió llevarle ropa de civil y que escapara de una muerte casi segura. Lehwald convenció a Hans Schilling de que era su deber moral casarse con Marketta, y tras acceder, poco después la pareja viajó a España de vacaciones, donde pasó por Roses.

Compraron un terreno con unos 5.000 euros de los actuales. 20.000 metros cuadrados de un terreno en el que, además de su casa, construyeron un minigolf y que en 1963 se convirtió en un chiringuito que por entonces se conocía como el bar alemán, más tarde como Bully-bar y finalmente Hacienda El Bulli, en honor de los bull-dog de Marketta. Les impulsó el espíritu siempre emprendedor e inversor del doctor, además del hecho de mantener entretenida a Marketta, que se ocupaba del negocio mientras su marido residía en Alemania, donde tenía otra relación. Tras su evolución como chiringuito de playa, el restaurante consiguió su primera estrella Michelin en 1975.