opinión | CORNADA de lobo
«Que le quemen»
Se sabe de sobra: el verano estuvo muchas veces detrás de las convulsiones, guerras, revoluciones o asesinatos de parientes y vecinos. El verano es cojonudo para guerrear. El mes de julio, en concreto, les chifla al nacionalismo francés y al españolón; el 14 o el 18 lo celebran con fervor patrio, aunque por razones antagónicas: allí, la Revolución Francesa; aquí, la Rebelión Francisca (con Paco el de la rebaja). Maurice Duverger lo explica en su Sociología Política. Es mejor darse de tortas en verano; en invierno hay que llevar encima mucho pertrecho y abrigo y el campo es puro barrizal. Pero esto ocurre en países cálidos. A los escandinavos les da igual, allí siempre es invierno; y la mitad del año, pura noche. Su frío taciturno obliga a meterse en casa, en la guarida, en la taberna o en la sauna (uy, la sauna). El frío les junta en estancias estrechas. ¡Bien! Y mal; al juntarse tanto, hay mucho roce; de ahí sale el goce (es proverbial la libertad sexual nórdica), pero también el raspe, las manías y el joderse (ejemplo: en esos nortes se matan más mujeres que en los países mediterráneos y se suicida la gente más alegremente). Al conocer la salvajada de Oslo y la feroz carnicería de la isla cercana, pensé que un inédito calor había llegado a Noruega por culpa del cambio climático incitando por primera vez a sus fríos y pacíficos habitantes a la clásica sublevación de los países templados, porque viendo la trágica magnitud, estaba claro que alguien había empezado una guerra... o su guerra. No fue golpe de calor o de masas. Fue incendio cerebral de un salvapatrias, un ultracatólico hijoputa y fundamentalista que odia a musulmanes y emigrantes mamando ideas y aliento en grupos de extrema derecha. Ahí es fácil emborracharse de mesianismo y tararse. La masacre fue su eucaristía y estará ufano: ya es un mito bestia. Dicen que en la serie Millenium hay pistas para entender por qué en los avanzados países nórdicos surgen estos tipos con su terror salvador y violencia salvaje... o por qué la ultraderecha está ya gobernando en Finlandia. Hay quien no tolera que el clan y la raza pierdan sitio, se harta de paz y, entonces, la vida ya no vale nada. «Que le quemen», dijo una superviviente.