Diario de León
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Cada día su afán José-Román Flecha Andrés

Desde una perspectiva simplemente económica, una Jornada Mundial de la Juventud es una fabulosa inversión y una oportunidad única para un país. Durante muchos meses los ojos del mundo se vuelven hacia él. Nadie podría pagar una publicidad tan universal como la que obtiene de una forma tan gratuita.

Es además, una fabulosa apuesta de futuro. Muchos países se enredan a veces en su propia memoria histórica. Evocar los triunfos o las derrotas del pasado puede llegar a ser paralizante y enfermizo. Los jóvenes son creativos y soñadores. Nadie podría imaginar un evento en el que pudiera participar tan enorme cantidad de jóvenes.

Pero lo que importa, sobre todo, es el aspecto religioso. Ya se sabe que lo supernatural no es lo que se evade y niega lo natural. Es, más bien, lo que eleva nuestra peripecia diaria al rango de lo «super-natural». La experiencia religiosa nos desvela las dimensiones de eternidad de nuestra dimensión temporal. Nos abre a lo esencial.

Difícilmente se podrá olvidar la Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en Madrid en este mes de agosto del 2011. En los días precedentes nos hemos encontrado con jóvenes llegados de todas las partes del mundo. Los muchachos españoles han descubierto la alegría universal de la juventud y la belleza de una fe sin fronteras.

En esta ocasión, la alegría no se apoya en el disfrute de un concierto, ni en la satisfacción por un triunfo deportivo. Se manifiesta con la exhuberancia típica de la juventud. Pero responde a unas opciones de vida que resultan proféticas ante un estilo de vida centrado en el tener, el poder y el placer inmediato.

La alegría que nos han contagiado los jóvenes se basa en Jesucristo. Por eso interpela y cuestiona a nuestra sociedad. Desde hace meses resuena por todo el mundo católico el lema que el Papa Benedicto XVI ha escogido para centrar la meditación de jóvenes y adultos, de acá y de allá: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe».

Estas imágenes tienen una enorme importancia. Las raíces y el arraigo recuerdan el mundo agrícola. La edificación evoca la estabilidad de una construcción bien cimentada sobre la roca que es Cristo. Y la firmeza en la fe interpela a una cultura que ha hecho de la duda y el relativismo su estilo y su atmósfera vital.

El lema de la Jornada Mundial de la Juventud está tomado de la carta paulina a los Colosenses (Col 2,7). Es antiguo y nuevo a la vez. De hecho, adquiere una especial relevancia en un momento en el que Europa y el mundo llamado occidental tratan de olvidar sus raíces y de vivir al margen del mensaje y del ejemplo de Jesús de Nazaret.

La celebración de esta Jornada juvenil cristiana nos invita a todos a examinar con sinceridad la hondura o superficialidad de nuestra vida. Nos pregunta si hemos sabido trasmitir a los jóvenes el tesoro de la fe en Jesucristo. Y nos impulsa a pedir para ellos la capacidad de cultivar la esperanza y de producir frutos en el amor.

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