Diario de León
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Pablo Blanco Sarto | madrid
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El periodista norteamericano John L. Allen llamaba «catolicismo evangélico» a un movimiento juvenil, en el que se da un fuerte vínculo con la identidad católica por medio de la ortodoxia en la doctrina, los sacramentos, la oración y el respeto a la autoridad religiosa, sin caer en clericalismos ni anticlericalismos. Según él, Juan Pablo II y Benedicto XVI tienen mucho que ver con él. Es una encendida difusión del mensaje cristiano con un decidido acento en la reforma interior de la Iglesia y en la evangelización del mundo. Además, insiste en que la fe es más «una elección personal que una herencia cultural»: «es algo que debe ser sometido a prueba, defendido y manifestado». Este movimiento es algo que no puede ser etiquetado como «conservador», pues tiene bastante más de «revolucionario».

Benedicto XVI ha transmitido tres ideas en us visita:

1 Perdón. Tras el escándalo de la pederastia, viene la necesaria purificación que solo puede dar del todo Dios. Benedicto XVI sabe que, ante un foro tan numeroso, cualquier gesto podía convertirse en una catequesis por sí mismo. Él también es un papa de gestos. Por eso participó activamente en la «fiesta del perdón», confesando él mismo a dos chicos y dos chicas en El Retiro. Es la primera vez que el Papa realiza esta actividad en una JMJ. Como ya hizo en Colonia en el 2005, Benedicto XVI quería también aprovechar para subrayar la importancia de la eucaristía en la vida cristiana —su centro—, uno de los ejes de su pontificado. Tras sus palabras en la noche, adoración a Jesús presente en la eucaristía. Se cortaba el silencio en Cuatro Vientos, tras el remojón. Además, se habían instalado 17 carpas de adoración eucarística permanente en la explanada. Movida nocturna.

2 Compromiso . Frente a los «indignados» —verdaderos o falsos— que llenaron días antes las calles madrileñas, se ha levantado una ola de comprometidos. Frente al nihilismo narcisista de la queja y del pataleo, estos jóvenes se aplicaban el «arremángate y hazlo» de los comprometidos. Benedicto XVI no pronunció ni una sola vez la palabra laicismo; ni una sola vez salieron de su boca términos como ateísmo, agnosticismo o anticlericalismo. Pero denunció la «persecución larvada» que, a su modo de ver, los católicos sufren en el mundo. Algo tendrán que hacer los jóvenes. Por eso no calló la lista de errores contra los que hay que trabajar: «Superficialidad, consumismo y hedonismo, banalización de la sexualidad, corrupción y falta de solidaridad». En el via crucis monumental de La Castellana salieron todos los desfavorecidos —inmigrantes, no-nacidos, enfermos de sida— por los que hay que luchar.

3 Amor. Sin embargo, la perspectiva era positiva y más elevada. El lema de la JMJ era la frase de san Pablo: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (Col 2,7). Raíz y arraigo, radicalidad en Cristo. Bajo un chaparrón veraniego —empapados con el Papa—, Benedicto XVI habló a aquella millonada de jóvenes de la esencia del mensaje cristiano. «Sí, queridos amigos, Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. No somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios». Dios nos ama; eso nos da sentido y, por esto mismo, nosotros podemos amar. Con un amor prestado: el suyo. Los jóvenes viven bajo el signo del amor (un amor que también necesita purificación), y por eso pueden entender este mensaje grande y limpio. Ecológico.

Pablo Blanco Sarto: profesor de la Universidad de Navarra y autor de «Benedicto XVI, el papa alemán»

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