EL PAISANAJE
A dos velas
Las compañías eléctricas se han puesto bravas y después de cortarles la luz a clientes particulares, unos morosos de profesión y vocación y otros sólo pobrines parados, se disponen a hacer lo mismo con los ayuntamientos y autonomías que tampoco pagan. Ya era hora. En los últimos días estuvo a punto de quedarse a oscuras en su despacho oficial el valenciano señor Frabra y aquí mismo los vecinos de Cacabelos, cuyo alcalde apaga de noche una farola sí y otra no, con grave riesgo de los que se abrazan a ellas por abusar del tinto mencía, y en Valderas tres cuartillos de lo mismo, sólo que en este caso la culpa es del prieto-picudo. En el municipio berciano su regidor recurre además a la primitiva cuando hay bote —en caso contrario no llegaría para pagar las deudas— y en el de tierras de secano la corporación ha vuelto a mudarse a la pequeñina casa consistorial de toda la vida porque no le llega para los gastos de mantenimiento de la nueva: un antiguo seminario restaurado con casi cien millones de pesetas y miles de metros cuadrados de bufetes y antesalas, donde es una lástima que no hayan quedado encerrados todos para curas. Los votos de castidad y obediencia no sé, pero me apuesto un euro a que ninguno valdría para el de pobreza.
El problema es viejo. Hará quince años o más que se presentó un servidor en las oficinas de Iberdrola, preguntó por el delegado Aurelio Layo, buena persona y amigo, e inquirió: «¿Podría usted decirme cuánto le debe el Ayuntamiento de León y, ya de paso, todos los demás?». A lo que Aurelio respondió después de un buf: «Hombre, poder podría, pero no es buena política porque cada vez que les amenazamos con cortarles el suministro pagan por lo menos la mitad de la factura». Benévolamente me explicó luego que cortar la luz al alcalde sería algo más que dejar a dos velas su despacho, sino también el de todos los funcionarios, los semáforos, el alumbrado de la ciudad, las escuelas públicas y hasta el campo de fútbol. Aquello daba calambres sólo de pensarlo, así que cerrando libreta y bic me busqué otra exclusiva menos devastadora. Lo que va de ayer a hoy.
Hoy una pila de ayuntamientos están amenazados de embargo y algunos con demandas ya ejecutadas, así que se imponen recortes en coches oficiales, teléfonos móviles, contrataciones a dedo, ginmasios de mantenimiento para los viejos y, estilo Portugal o Cataluña, también es probable que les birlen la mitad de la paga extra de Navidad o entera a los funcionarios y currantes en general para aminorar el déficit sin llegar a taparlo. La Seguridad Social, tal como la conocemos en este país, la inventaron Franco y su ministro falangista Girón de Velasco, el «leon de Fuengirola», que le quedaba muy a la izquierda. Quién diría que se instituyeron entonces las extraordinarias del 18 de Julio por lo de la guerra civil, la de Navidad por lo bien que se había portado la Iglesia y la de «beneficios», cada mes de abril, en atención a los sindicatos verticales donde estaban apuntados, juntos y revueltos patronos y obreros en bien de la patria. Coño, nadie se había atrevido a tocar eso hasta ahora, así que bien pueden decir CC.OO y UGT que el franquismo va a ser, por fin, enterrado. Enhorabuena, machos.
Tengo también un amigo que me sirve el gasóleo de la calefacción y que un día me llamó para ver si se podía publicar la deuda de los ayuntamientos. Al siguiente se lo pensó mejor y me dijo que lo prudente era dejarlo porque más valía cobrar con un bienio de retraso que no cobrar y, encima, le dieran a otro la contrata. Como estos también se pongan bordes, tal que las eléctricas, tiembla uno por el frío que este invierno van a pasar en las escuelas públicas las pobres criaturas. Salvo que, parafraseando al maestro humorista Gila, les demos un capón diario a los niños para que vayan a clase ya calientes de casa.
La Procuradora del Pueblo, de cuyo nombre no quiero acordarme, le propuso al manchego Bono y presidente del Congreso una ley para penalizar a políticos despilfarradores. A buenas horas y a buena parte fue a poner la era.
Otra posibilidad de recortar gastos en el presupuesto nacional sería reenganchar a todo el Gobierno en la mili con el paraguas antimisiles de Rota, ahorrando ingentes sueldos de exministros, si bien algunos no llegarían ni a cabo primero con una diferencia de nómina difícil de compensar. Ahora que están belicosos después de ocho años de misiones de paz bufas podrían ganarse el pan en Irak, Afganistán, Líbano, etcétera. Incluido Zapatero de comandante en jefe. Joder, qué tropa, mi sargento.
Y no tenemos otra.