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LEONESES POR EL MUNDO. CANADÁ | PAULA GARCÍA FERNÁNDEZ. CORRECTORA LINGÜÍSTICA

«Nadie cierra la puerta con llave»

Como muchos otros jóvenes en la actualidad, Paula tomó la decisión de marcharse a trabajar al extranjero. Canadá se ha convertido en su país de acogida y Piedmont en su nuevo hogar.

Paula nos muestra las impresionantes vistas que tiene desde casa.

Publicado por
Beatriz Núñez | León
León

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Paula tiene 31 años y lleva tres viviendo en Canadá con su pareja, César. Actualmente reside en Piedmont, un pueblo situado a unos 60 kilómetros de Montreal, en la provincia de Quebec, donde el idioma oficial es el francés aunque, como Paula reconoce, «yo hablo inglés y nunca he tenido ningún problema». A pesar de que es diplomada en Trabajo Social, trabaja como correctora lingüística en una empresa de vídeojuegos.

Después de terminar sus estudios, Paula no encontraba trabajo en León, lo que la llevó en una primera parada a Madrid. Llevaba tiempo con la idea de marcharse fuera, de aprender inglés, y desde allí dio el salto a Canadá junto a su pareja. «Al igual que el resto de los españoles, buscábamos ofertas de trabajo para Europa, es decir, en Irlanda y Reino Unido». Un día, vieron una oferta de trabajo por Internet en Quebec y enviaron el curriculum sin esperar realmente que les fueran a contestar. Pero tras una prueba y una entrevista telefónica, los dos partieron rumbo al otro lado del Atlántico.

«Aquí se come a las 12 de la mañana», explica Paula. «Cuando me lo dijeron en el trabajo no daba crédito». El horario de las comidas no fue lo único distinto que Paula encontró. Desde los aparcamientos, «que son el doble que en España», hasta el precio de las cosas, mucho más caras, todo fue sorpresa tras sorpresa. La forma de vida, incluso, es radicalmente distinta y recuerda las salidas por el Húmedo a tomar unos cortos. «Los bares y las cafeterías, para nosotros, son un lugar de ocio, de reunión. Aquí no. Es normal comprar un café y llevártelo para tomarlo en el coche, en el trabajo o en casa».

Temperaturas extremas. «Mira que en mi pueblo nieva, pero nunca, nunca, había visto tanta nieve», cuenta Paula, recordando el primer invierno que pasó en Quebec y que fue, además, la primera vez que vio un termómetro marcar -40º. En un principio llegó a pensar que no soportaría el duro invierno canadiense, aun siendo de León y «con el frío que hace allí». Pero lo que peor lleva, explica, es que oscurezca a las cuatro de la tarde. «En la televisión, durante el invierno, hay campañas publicitarias para que la gente no se suicide, porque el índice de suicidios en Quebec es muy alto».

Sin embargo, todo cambia con la llegada del buen tiempo. La gente sale a la calle y se hacen espectáculos al aire libre. Sobre todo, se hacen muchas rutas «porque, eso sí, aquí, mires dónde mires, hay árboles y naturaleza por todas partes, ardillas, ciervos y mapaches», comenta Paula sobre un paisaje que «cuando llegas por primera vez llama mucho la atención y es una de las imágenes más bonitas». Tanto cambia el ambiente y el ánimo de una estación a otra que «en verano, aunque parezca imposible, llegamos a tener 40º».

 

El sabor de casa. Paula reconoce estar muy bien en Canadá. Asegura que la gente de allí es muy amable y muy educada, que de la experiencia de vivir y trabajar en otro país está aprendiendo mucho y que lo que peor que lleva es el frío y la nieve. Aunque también reconoce que hay muchas diferencias entre ambos sitios y que hay cosas que no puede evitar echar de menos «como tomar unos cortos en el Húmedo, la comida de León y la familia». Y aprovecha para comentar que lo que se cuenta sobre la seguridad en Canadá es cierto. «La gente no cierra la puerta de sus casas. Nosotros nunca la hemos cerrado con llave, ni cuando estamos en el trabajo ni por las noches cuando nos acostamos».

Cuenta también que de vez en cuando «mis padres me mandan un paquete con embutidos, queso, jamón, cecina», e incluyen también hojaldres de Astorga y caramelos Ronchitos que sus compañeros de trabajo se los quitan de las manos. «De la última bolsa de caramelos que me mandaron, yo no probé ni uno solo. Y de la cecina ni te cuento».

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