Llévame pronto

En el enredo de redes digitales circuló una muletilla de la que muchos se colgaron porque parece resumir jocosamente el ánimo social de este corral que anda algo derrotista, cabizbundo y meditabajo y ante el que desfila cada día una hilera de noticias-bomba cuyo fin no asoma ni se le aguarda. Es la vieja muletilla de nuestras abuelas cuando se ven impotentes ante los cambios drásticos de los nuevos tiempos, unas abuelas que se resignan a la fatalidad, que no pueden comprender las novedades de esta vida y que ya sólo creen o confían en que les llueva del Cielo la única solución: «¡Señor, llévame pronto!» .

Después enmudecen alargándose en su suspiro... aunque las castizas tiran por lo tremendo soltando entero su lamento-plegaria: «¡Señor, llévame pronto... que este cuerpo pide tierra!».

El tuitero escribe #señorllevamepronto o #llevamepronto a secas, lo llama hashtag y le vale de campanilla del día llamando a vistazo. La cosa funciona uno o dos días y después queda arrumbada ante las nuevas campanillas que suenan a cada minuto en ese eficaz y efectista guirigay de la red (me asombra el fulgor con el que nacen muchas cosas en internet, pero me aterra lo efímeras que son aquí las verdades, los héroes del año o los destellos).

Pero nos podría valer este latiguillo para la letanía de disgustos y hachazos que se rifarán de aquí al 2020 (siempre y cuando no nos achicharre antes esa profecía maya para el 2012).

Y vale para unas preces:

«Ante las adversidades que asolan al mundo... ¡Señor, llévame pronto!

Ante el horrendo pecado que no cesa en el mercado... ¡ Señor, llévame pronto!

Ante las razones solemnes que dará Rajoy para imponer la rebaja y cortarnos el rabo... ¡Señor, llévame pronto!

Ante lo que está cayendo y lo que aún lloverá... ¡Señor, llévame pronto!

Ante la insistencia de la tele en chuminadas y basura... ¡Señor, llévame pronto!

Ante la cruda verdad de «¡Cuánta puta y yo tan viejo!»... ¡Señor, llévame pronto!

Ante la llegada de mamones mil con su quéhaydelomío... ¡Señor, llévame pronto!

Ante la certeza de que «Cada día que amanece, el número de cabrones crece» y que «Todo pueblo tiene un tonto y un campanario»... ¡Señor, llévame pronto!