¿El cinturón?

Moscú recobra la fe, dice el corresponsal extranjero ante el fenómeno popular suscitado estos días de atrás por la llegada a la catedral moscovita del cinturón de la Virgen que se guarda en el monasterio griego del monte Athos (es la primera vez en la historia que se ha llevado a Rusia visitando una serie de ciudades que hacen una cruz en el mapa). Dos millones de gentes han desfilado a besar la reliquia haciendo colas de no menos de veinte horas; es un cinturón de mucha fama milagrera, especialmente entre mujeres con problemas de fertilidad. Se dice que lo tejió la misma Virgen con pelo de camello y que fue el único que llevó hasta el final de su vida, pasando después al apóstol Tomás y, finalmente, troceándose en tres partes, la de Athos y otras dos que se guardan en Italia y Georgia (lógicamente, también hay otros lugares o templos asegurando tener su trocito).

El corresponsal cree que aquel ateísmo dictado por los soviets era de efecto muelle. Hoy rebrota incluso lo más arcaico o absurdo de la religión y hasta el poder político o militar abraza a los popes y a los Papas de los popes en pompas catedralicias de mucha teatralidad litúrgica y con cánticos corales de mucho vozarrón que sobrecogen el espíritu o adormecen el alma pequeñina transportándola entre narcóticas vaharadas de incienso. Y ahí está Putin, como un Franco sin palio subiendo a presbiterios, a la puerta del iconostasio.

El viejo pueblo ruso vuelve a apostar por su iglesia patriarcal propia, su historia ortodoxa con fulgores de oro en iconos y capisayos, sus santos y sus señas, sus santuarios y sus milagros. ¡Es tan bonito! ¡Es tantísimo consuelo creer en los milagros cuando ya no se puede creer en otra cosa!... ¡es tantísimo el oro que allí recubre a la divinidad y a sus ministros, a bóvedas y retablos!...

Si fuera teólogo capuchino Kiril (un pope moscovita contrario a esta fe de feria y teles, de superchería y mercantilización política), se preguntaría si la Asunción de la Virgen tuvo lugar vestida como estaba en aquel momento y, en ese caso, si no habría ascendido también su cinturón... ¿no será esta reliquia otra impostura tan absurda como aquel Salero de la Última Cena que se veneró en el Passo Honrosso?...