CORNADA DE LOBO
Cosas buenas
Q uedó expuesto que la media bola de nuestros bolos es la más genuína seña de identidad cazurra, cosa sólo propia de leoneses, la única rareza original que León aportó a la Humanidad (¡alza el rabo, León!). Esa media bola de estos bolos no existe en ningún otro lugar del mundo. Todo lo demás, del mundo nos vino... imponiéndose aquí a tortas o mezclándose más o menos de buen grado.
Pero no puede ser tan tacaño León ofreciéndole a ese ancho mundo tan sólo una media bola de madera que parece un zoquete de pan viejo. Algo más se habrá criado o recriado aquí que le pueda valer al género humano, dice Sócrates. Aunque no inventáramos mucha cosa, hay asunto en esta tierra que aquí adquirió carácter o dejó probada su bondad, añade.
Por ejemplo, hubo en un pueblo de estas montañas hasta hace cincuenta años otra rareza tan singular como la media bola... o más. Era un queso, no muy señor queso, pero un queso al fin y al cabo, rarísimo queso, el único en el mundo que se hacía con calostros de vaca, ¡waka!, si se exceptúa otro algo parecido que aún elaboran los nómadas del ganado en algunas regiones de Mongolia. El nuestro lo hacían en el pueblo de Armada, difunto desde lo de la presa de Vegamián. Queso triangular, con costra, agrisado de carne, fuerte de sabor, algo picón... y algo agrio. La gente escondía la boca o ponía papo de repugnancia cuando les decían que era de calostros y se lo daban a probar, ¡calostros!, la leche gorda en cuajos que mama el ternero los cinco primeros días de vida. Si sobraban, se hacían frisuelos en las casas apañadas. O si no, se añadían en la pila a la dieta de los cerdos. Pero... ¡¡¿queso?!!
Y hay más cosas, concluye Sócrates, que aquí cogieron cuerpo o se hicieron ley, buenas cosas: los caballos babiecos, los homes livres , el concejo abierto, cada vecino un voto (la viuda, medio, pero las inglesas esperaron cinco siglos a tener el suyo), el auxilio mutuo, ordenanzas que exigían plantar dos árboles por cada uno que talara, el derecho de los pobres al rebusco o al socorro, la hacendera, el patrimonio del común... Cierto que nacieron de la necesidad, pero como ahora andamos necesitados, quizá alguna podría resucitar.