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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Quizá es que veían entonces la vida a través de un billete de quinientos euros agujereado y puesto sobre la cara como un antifaz. Quienes atracan de esta forma nunca parecen salteadores de caminos, sino funcionarios de la Ventanilla de la Fortuna. Así lo creímos cuando nos anunciaron que gastarían lo que quedaba en un palacio de congresos en León. Sería todo un gordo de la Lotería. Y nos tocó, mira qué suerte.

Convocaron al efecto un concurso de ideas entre arquitectos y fue pura casualidad, obvio, que lo ganara un famosillo del momento, francaise del glamour acristalado y picudo, el Perrault de esa frígida y metálica Caja Mágica madrileña que tanto odian los que han de jugar en ella (tenistas, especialmente). Aquí le premiaron (y a los arquitectos de cerca les dieron por el culo sopas). ¡Adelante con los cristales!, le dijeron al Perrault como quien dice ¡adelante con los faroles!

Aquilino pregunta: Y un palacio de congresos, exactamente ¿qué produce, qué fabrica, cómo devuelve la inversión (tan fabulosa en este caso)?... Abuelo, ¿por qué no te callas?, le respondió imitando al rey un nieto rana que ha sido concejal... tan ricamente.

Porque no me da la gana, coño, ¿sabemos ya cuánto personal tendrán que colocar para que rule el invento al acabar las obras?... ¿cuanto nos costará el mantenello y no enmendallo?...

La millonada que se va a invertir en ese acristalado sueño da cosa y, ante la sima abierta en cuentas y presupuestos, da mucho vértigo. ¿Será rentable o habrá que apuntalar esta machada en sus déficits crónicos, como los de ese aeropuerto pedante en alarde y desfondado en esperanza, también conocido como «El Gatillazo Air Lines»?

Lo paradójico de este obrón palatino es no saber aún cuánto costará abrirlo cada día (no importa), a qué se va a dedicar exactamente o con qué cosas se llenará tanto vacío y volumen (ya se verá), cuánta plantilla habrá de empotrarse en esta catedral laica (no inquieta), con qué criterios se dirigirá (no amueles, se averiguarán)... en fin, León desconoce dónde estará «su» negocio (salvo que el negocio sea otro y ya esté hecho: tú haz un contenedor y ya le buscaremos contenidos).

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