CORNADA DE LOBO
Infantas con tipití
El prestigio popular de la Corona se abolla. Lo podrido no es exclusivo de Hamlet y su nariz en la corte danesa. Lo mismo aquí, pero lo llaman «conducta poco ejemplar» intentando parar tanta pedrada a la Casa Real, tanta opinión pública cabreada. Vuelve el ser o no ser de la monarquía, manía cíclica muy española desde antes de los godos; es deporte nacional lo de quitar y poner testas coronadas o exiliarlas en un buque extranjero.
El golazo que metió a la Corona el balonmanista Urdangarín es de almanaque. Lo admirable es que en la portería de La Zarzuela no hubiera portero que asustara a las pelotas. ¿Fue tan fácil?
Ahora, a la Casa del Rey se le hacen los dedos huéspedes intentando parar la avalancha que ha comenzado a rugir en la ladera anunciando que se ofrecerá una rendición de cuentas transparentes y que se excluirá de la consideración real, representaciones o protocolos a buena parte de la familia. ¡Vaya yernos!... El camino del infierno monárquico está empedrado de buenos divorcios, cuernos, rayas y balandros.
En fin, que si consiguen salir de la jaula de los leones rosas (las tertulias bragueteras ya tienen su inagotable filón de oro), entrarán en la de los elefantes republicanos (la izquierda cabizbaja aplaude con las orejas porque pescará en el descontento).
Mal asunto. Para Felipe, muy feo. Y para el rey, disgusto que incuba achaques, malo a estas alturas.
Mientras tanto, España retoma el debate de ser reino o república y se empieza a espantar ese temor tan predicado y convenido de que gracias a la Corona no nos estamos matando como de costumbre. Cada vez estará menos clara la capacidad de conciliación y «ejemplaridad» que se le supone a una monarquía. Y su necesidad. El pueblo llano adora y reza ante los altares del cuché donde luce modelos, fiestas, ocios o lujos la aristocracia cortesana, pero también ese pueblo se vuelve matapantojas, escupeduques o regresa al cantar de sus excursiones escolares con lo de... «La infanta doña Eulalia se tapaba el tipití con una dalia; la infanta doña Isabel se tapaba el tipití con un clavel. Moraleja: hay que echar de España a la infantas... por el mal uso que hacen de las plantas».