Muy personal
«En mi pueblo natal, Cuevas de Viñayo, éramos 14 vecinos y ya no queda casi nadie». Por eso a Constantino Álvarez le costaría mucho volver a su tierra a pesar de que el cambio a Argentina en 1949 le resultó difícil. Allí estuvo al frente de un laboratorio que convirtió en una empresa con muchos beneficios; hasta que una enfermedad quebró sus planes de futuro. Pero siguió su vida con el apoyo incondicional de su familia y hoy en día, a sus 82 años, goza de una lucidez envidiable que demuestra al relatar al detalle sus vivencias.
Lo que más echa de menos de España, además de sus familiares, es la comida. «Aunque cuando me fui del país escaseaba, estaba riquísima. Lo bueno en Argentina es la carne asada, me encanta. Y era algo que no podía permitirme con las cartillas de racionamiento», recuerda Constantino. Lo que más le asombró al llegar fue el contraste entre la pobreza de la que venía y una Argentina en la que quemaban el pan sobrante o había mantequilla todos los días. «Lo triste es que hoy hayan cambiado tanto las cosas».