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José Ignacio WertMINISTRO DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE

«La excelencia no es para todos»

Apenas lleva seis semanas en el cargo y José Ignacio Wert (Madrid, 1950) ya ha conseguido infinidad de titulares para un ministerio que, por dimensión y calado, se adivina animado y convulso. Los últimos, por el cambio de temario en las oposiciones al profesorado: «Lo que no tenía ningún sentido era el anterior, aprobado a falta de dos días para las elecciones», defiende el ministro, que está empeñado en recuperar la cultura del esfuerzo en las aulas.

El ministro en una de sus intervenciones parlamentarias.

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fernando belzunce | madrid
León

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Licenciado en Derecho con un premio extraordinario, este reputado sociólogo que maneja varios idiomas muestra su empeño en combatir el abandono escolar y en cambiar un sistema que, según dice, «fomenta la mediocridad» por otro que potencie a los alumnos brillantes

—Se suprime cuarto de la ESO y el bachillerato y la FP aumentan de dos a tres años. ¿La medida reducirá la tasa de abandono escolar?

—Es el gran objetivo. El último año de la ESO es ahora mismo muy desmotivador, sin itinerarios. Es donde se concentra una tasa mayor de repetición y la decisión de no continuar los estudios. Existe una tasa menor de abandono escolar temprano cuanto antes se permite la elección de itinerario. En Alemania se produce a los 12 años. La ESO se mantiene técnicamente igual porque la educación obligatoria será hasta los 16 años. Ese curso de iniciación a la FP o al bachiller equivale a cuarto de la ESO, solo que tendrá una diversificación curricular mayor.

—¿No hay riesgo de que los alumnos que pasen a FP lo hagan con ciertas carencias formativas?

—No tiene que haber muchos cambios. También para la opción de FP hay un cierto contenido teórico general. Más reducido, lógicamente.

—Hay una gran preocupación en cientos de centros concertados, sin bachillerato o FP, a los que la medida sin duda les va a afectar.

—Habrá que adaptarlos. Pero es que, vamos a ver, los cambios en la arquitectura de un sistema educativo requieren de ciertas adaptaciones. Lo que no se puede considerar es que esto sea un trauma insuperable. Con esta filosofía, para no crear traumas, pues nada, seguimos con este sistema espléndido que tan espléndidos resultados da que un tercio de los alumnos no sigue en él.

—Es normal la incertidumbre en los centros

—Lo entiendo. Les vamos a ayudar. Al menos con la filosofía adecuada porque nosotros no tenemos la gestión, que es de las comunidades autónomas. Se va a tener en cuenta que el coste de la transformación sea el mínimo y se van a dar todas las facilidades a los centros para que ese coste no sea traumático.

—Los centros subvencionados reclaman un cambio en la financiación, que se rige por la norma de 1985. ¿Cómo se va a abordar? ¿Es posible en el contexto actual?

—Esto ha estado muy discutido por parte del anterior Gobierno con el sector. Tanto, que los centros concertados pensaban que se iba a dejar firmado un reglamento y no se ha firmado. Hay una tarea pendiente que vamos a afrontar sin tardanza. Es una de las prioridades.

—¿Cómo va a potenciar en la escuela a los alumnos sobresalientes, como propone?

—Hemos dejado de lado la cultura de la evaluación. La excelencia apenas tenía recompensa simbólica. No se trata solo de no hacer muchas diferencias para que los niños no incurran en prácticas de emulación negativa, sino de lo contrario. No puede ser que al empollón se le considere un ‘friki’

—No es fácil cambiar eso.

—Probablemente. Ahora, lo que no se puede tolerar es que el propio centro educativo sea cómplice admitiendo determinada teoría pedagógica según la cual recompensar la excelencia crea sentimiento de frustración al que no la alcanza. Pues claro. Pero no recompensarla crea una tendencia hacia la mediocridad

—¿Qué le parece la idea de separar grupos por niveles?

—Bueno, eso ya es una cuestión instrumental, técnica. Sí le puedo decir que estoy de acuerdo en propiciar, no diría tanto una separación o segregación, sino una consideración potenciadora de la excelencia que se ha plasmado en algunas iniciativas. Como en la comunidad de Madrid. Pensar que crear un entorno facilitador de la excelencia es segregador me parece un disparate.

—¿Se separan grupos o no?

—No digo que no sea exactamente eso. Si tú le das valor a los que obtienen resultados excelentes de los que no ya estás creando incentivos. La excelencia no es para todos.

—Los rectores piden cambios en la gobernanza de las universidades.

—Creo que hay un grado razonable de autonomía y no hay tanta rendición de cuentas como correspondería. Ninguna universidad española se encuentra entre las 150 más potentes del mundo, según el ránking de Shanghai. Es un dato muy preocupante. Hay que impulsar la internacionalización y la especialización. España no puede tener 79 universidades, y todas excelentes en la enseñanza y en la investigación. O mediocres en lo uno y en lo otro. No tiene sentido estadístico. Las universidades encerradas en sí mismas, endogámicas, generalistas, provincianas, no pueden ser excelentes

—La futura Ley de Mecenazgo causa cierta controversia aplicada a la universidad. ¿Cree que podría producir ya efectos en esta legislatura?

—Creo que no hay que contemplar con recelo el papel que actualmente desempeña la iniciativa social. Es un camino para alcanzar la excelencia. Los tiempos dependen de los incentivos. Si se eleva sustancialmente el incentivo fiscal los resultados serán más nítidos, ¿no?

—¿Se plantearán diferentes incentivos fiscales según los campos?

—El borrador está muy verde. Se está preparando con distintas hipótesis. No puedo anticipar nada sin conocer la opinión de Hacienda, como gran protagonista, pero también de Ciencia y Tecnología, y de Empleo y Asuntos Sociales.

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