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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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En un convento de madres benedictinas que hay en Connecticut vive y rige una monja inaudita y adorable , Dolores Hart, abadesa activa y mujer serena. Cuenta ya ochenta y cinco juveniles años. A los veinticinco entró en clausura encantada con el lema de esa orden, «reza y trabaja». Inspira su cara tan alegre convicción y parece estar tan en su sitio, que a juzgar por la serenidad de su mirada no puede haber otro mejor.

No sabíamos nada de esta mujer hasta poco antes de la ceremonia de la alfombra roja ; es la única monja en la historia que tiene voto en los óscar de la Academia de Hollywood por pertenecer al jurado ya antes de tomar hábito. Además, en esta edición de los óscar estaba nominado a mejor documental uno que relata su vida y que se estrenará en abril con el título God is bigger than Elvis , Dios es más grande que Elvis, ya que Dolores Hart, antes de monja, fue cocinera de fantasías en celuloide, o sea, actriz de singular belleza (la otra Grace Kelly, le decían) que hizo películas con Elvis Presley (se les atribuyó algún romance) o Montgomery Clift, pero rodando en 1963 en Roma, conoció a Juan XXIII, se embelesó y decidió meterse monja.

De su belleza y galanura hablan cientos de fotos colgadas en internet. En una reciente aparece jovial, con cálida chaquetona de lana gorda y azul sobre su hábito y, al bies, sobre su toca, una gorra del Che (esa ingenuidad es lo que la hace adorable a ojos de un Sócrates que, siendo un ateo corrupio, es un sentimental con las monjas buenas, cultas, bragadas o armoniosas). Hay en la red biografías de esta singular reverenda: le encantaba Hollywood, su trabajo, aquel mundo; dice que no huyó de su vida inmoral, sino que sucumbió a una llamada le le latía en la entretela. Lleva sesenta años respondiendo a esa invitación y puede leerse en sus ojos que el don de una vida serena y satisfecha debe residir en la humilde aldea del amar y trabajar.

Lo tenía todo y se le prometía más (doce películas, la carrera encauzada, una boda en ciernes), pero rompió con pasados o futuros y ensayó una senda algo rara que le llevó a un lugar recoleto e intenso donde la vida pequeña hace grande y sencilla a cierta gente.