Diario de León
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ROSA VILLACASTÍN
León

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Fue un acto emotivo, un acto que se les debía a muchos de los grandes profesionales que hicieron posible que a España llegara la televisión, que lucharon por ofrecer a los espectadores un medio de comunicación público y digno, pese a las dificultades de los primeros momentos, de la censura que imperaba allá por los cincuenta y de la que nos libramos gracias a un político como Adolfo Suárez y a otros que como él lucharon por la pluralidad de pensamiento y de obra.

Organizado por la Academia de Televisión Española, y su actual Junta Directiva que preside Manuel Campo Vidal, el lunes tuvo lugar en la Universidad Europea de Madrid, un homenaje a los tesoros vivos de la televisión, al que asistieron los Príncipes, así como la secretaria de Estado de Comunicación del Gobierno de Rajoy, Carmen Martínez Castro. Un acto que presentaron dos grandes profesionales del medio: Matías Prats y Olga Viza, que como es lógico y dada su experiencia hicieron ameno y hasta divertido porque supieron conectar con un pasado y un futuro que se presenta incierto.

Ver juntos a Laura Valenzuela, Lina Morgan, Ignacio Salas, Chicho Ibáñez Serrador, Lalo Azcona, Rafael Ansón, Ricardo Vaca Nerdayes, Fernando Castedo, Fernando Navarrete, Rosa María Calaf y Sánchez Ocaña es algo que posiblemente no se vuelva a repetir.

El discurso que me llegó al corazón fue el de Rosa María Calaf, que supo poner el dedo en la llaga. Rosa sabe por experiencia propia que la mujer, las periodistas, pasamos por un momento difícil, un momento agridulce porque si bien es cierto que somos mayoría en las redacciones, lo cierto es que el poder real sigue estando en mano de los hombres. En eso, al menos en lo que a los medios de comunicación se refiere, no ha habido grandes cambios. ¿De quién es la culpa? Seguramente de las propias mujeres pero también de los hombres. De las mujeres por falta de ambición, no de preparación, porque sigue siendo difícil conciliar vida personal y profesional, y los hombres porque aferrándose a esos condicionantes cierran el paso a todas aquellas que pudiendo acceder a los puestos de mando no lo hacen simplemente porque no las dejan.

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