Diario de León

LEONESES POR EL MUNDO. TAIWAN | Miguel Rubio Lastra. Coordina estudios hispánicos en la universidad de tunghai

«Aquí hay tiendas como allí bares»

Taxis con karaoke, camiones de la basura que anuncian su llegada con música clásica y comercios 24 horas son algunos ingredientes del país amable y culto que conquistó a este «nariz recta».

Rubio, junto a las cabezas de tigre y dragón típicas de las pagodas taiwanesas.

Rubio, junto a las cabezas de tigre y dragón típicas de las pagodas taiwanesas.

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pilar infiesta | redacción
León

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Miguel Rubio sintió mariposas en el estómago por la cultura china desde muy joven. Un flechazo que le animó a dominar el enrevesado idioma mandarín y a penetrar en la literatura milenaria del coloso oriental. Su admiración hacia la patria del I-Ching tuvo su recompensa hace nueve años, cuando, siguiendo un impulso —y a una mujer— se embarcó rumbo a Taiwán.

A ojos occidentales, la Isla Hermosa sorprende por la amabilidad extrema de su población, por su continuo bullicio, su sentido de lo efímero y su escasa intimidad, ya que «la vida se hace cara al exterior», confiesa. Este leonés de 37 años coordina el programa de Estudios Hispánicos de la Universidad de Tunghai (Taichung), a la que acude en moto o autobús. Allí estudian 17.000 alumnos que comparten un campus de 1,3 millones de m2.

A su juicio, los taiwaneses son «un pueblo de comerciantes, muy volubles y adaptables hacia los gustos de los clientes porque su cultura se basa en la economía. De hecho, la ‘élite’ social la impone el dinero, no el ser noble», explica. Por eso es fácil comprar unos zapatos a las 3 de la madrugada o comer tofu y arroz frito en plena noche, montar en taxis con karaoke, decenas de luces o refrescos, y en transportes con sillones que dan masaje. «Aquí hay tiendas como en León bares, están abiertas las 24 horas y jamás se equivocan con el cambio. La oferta es amplísima y variada, y el centro de la ciudad aún mantiene muchos negocios con la casa arriba», indica.

La actividad culinaria es también constante. «Digamos —matiza— que comen poco, pero a todas horas. De hecho para saludarte te suelen preguntar ¿has comido ya?, en lugar de cómo estás. Les chiflan las vísceras y los niños comen las patas de pollo como golosina. Es una cultura número 1 en alimentación, que tiene poco que ver con los restaurantes que abren en Occidente. Aquí la variedad y la calidad es inabarcable».

La gentileza y la educación de los taiwaneses, junto con su sistema sanitario, sin cuotas a la Seguridad Social, y con pagos de 3 euros por consulta, son dos de las grandes bazas que aprecia en el país. Una isla de 23 millones de habitantes del tamaño del antiguo Reino de León donde el bosque se mete hasta las casas y la jungla queda muy cercana. «La gente viaja mucho y son muy sociables. Las casas poseen un salón enorme porque se hace mucha vida en común, y les gusta estrenar antes que comprar viviendas de segunda mano», indica.

Rubio ha comprobado que la imagen de los chinos meditando en el Tibet es un mito. «Al contrario, son muy activos y pragmáticos, la comida, la ropa, las cosas se realizan rápido, se cambian rápido. Cuando llegué, se impuso el descanso obligatorio de medio sábado y el domingo, y ellos lo consideraban vacaciones, porque su cultura es la del trabajo. Incluso en el colegio, te dan el aviso de que la familia, al menos, debe realizar una comida junta», relata. Otra seña de identidad es la limpieza. Tanto, que los camiones de la basura pasan tres veces al día y se anuncian «con música clásica a un nivel atronador, para que los vecinos lo escuchen y bajen a tirar sus bolsas. Hace tiempo llegaban con lecciones de inglés también a un volumen altísimo», cuenta.

Los taiwaneses suelen iniciar el día realizando ejercicios de Tai-chi, con un desayuno de arroz con verduras, y tras consultar el Libro de las Mutaciones . «El exoterismo les chifla, la gente sigue a diario a los tiradores de suerte del I-Ching y, además, se cumple. En todas las casas se habilita un altar dedicado a los ancestros taoista o budista y aún quedan muchos rituales». Rubio reconoce que cada día sigue adaptándose. «Nuestra mentalidad es hacia dentro, ensalzar el yo hago, digo..., mientras aquí es al revés, se diluye el yo y se adaptan a las circunstancias. Son muy sociables y activos». Su recomendación a quien tenga que viajar a Taiwán es callejear y dejarse sorprender.

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