Diario de León
Publicado por
ANTONIO NÚÑEZ
León

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Ahí va una advertencia para los mercados internacionales de Pénjamo o de donde sean: el día que los gringos cambién en el billete verde la foto de Abrahan Lincoln por otra de Mariano Rajoy, que por lo demás guardan cierto parecido, automáticamente se devalúa el dólar. El que avisa no es traidor. Aquí la pesetina está tan desvalorizada que hasta ha desaparecido y sólo los viejos seguimos contando en ellas al ir a la tasca o al estanco, lo cuando deprime un tanto nuestra economía a razón de tres euros por cada quinientas pelas. Aplique usted esa regla de tres al precio del tinto y de la cajetilla. Verá que vivimos lo poco que nos queda por encima de nuestras posibilidades. Y lo del pais es igual, pero a lo bestia.

Todo el mundo por estos pagos echa cuentas de cuánto le ha sisado Mariano en los últimos Presupuestos y se tienta la cartera. El tabaco y el alcohol, lo mismo que la gasolina, son al decir de los economistas artículos de demanda rígida, como sucede con todos los vicios, y por eso los gobiernos ceban en ellos los impuestos para recaudar. Con la crisis sólo han bajado las tarifas de las señoritas que fuman de noche en bares con luces de neón, dado que es economía sumergida, pero no debe descartarse que Hacienda le meta mano también al oficio más viejo del mundo.

En los ayuntamientos y autonomías igualmente los políticos echan cuentas que no les cuadran, si bien a lo grande, sobre a ver cuánto les ha recortado el gallego: a uno medio AVE, al otro el tranvía, el de más allá la autovía equis para unir su pueblo con el de la señora, que cae justo al lado, oiga, pregúntele en la cama, etcétera, con lo cual y sumándolo todo hay que ahorrar este año la nada despreciable cifra de veintiocho mil millones de euros (casi cinco billones, con «b» de burros volando, de las antiguas pesetinas de toda la vida, se dice pronto, vecino).

Se pierde uno sumando los ceros de la deuda del Estado español con los llamados mercados internacionales. Baste decir que sólo los intereses es el equivalente a los subsidios de seis millones de parados. Un amigo economista a la antigua, de los de dos y dos son cuatro, me aleccionaba el otro día para ver si entraba en mi mollera que, dividiéndola entre cuarenta millones de españolitos, tocábamos a doce mil y pico euros cada uno incluyendo a los niños de teta y los pobrines que están por nacer. Desde luego no tienen la culpa las hijas góticas de Zapatero, aunque algún crédito debió de firmar a lo loco su papá. Ahora viene el cobrador del frac vestido del mismo color, queridas niñas.

Los políticos se hacían cruces esta Semana Santa de la cantidad de infraestructuras y subvenciones que iban a perder tal o cual gobierno autonómico, ayuntamiento o diputación. Ni que salieran del bolsillo del alcalde. En León mismo tenemos un aeropuertín que no despega y un AVE que no acaba de eclosionar, palabra de primavera de un cigüeño apolítico. ¿Vamos a ver, para qué queremos ambas cosas habiendo, además, el Alsa por la autopista? Del futuro Palacio de Congresos y Exposiciones en la viejina azucarera Santa Elvira mejor no hablar para que no se pase conmigo en los recortes mi peluquero del Crucero. Y, respecto a la estación soterrada del AVE, y tan enterrada, ya se lo dijo el americano que le mandó Obama a Pepiño Blanco cuando éste último era ministro de Fomento para estudiar la red ferroviaria de alta veloridad y trasplantarla a Oklahoma, donde las míticas diligencias de la West Fargo: «Es que nosotros no somos ricos». Coño con la indirecta del gringo.

No era para menos, porque el túnel de la estación del AVE cazurro, con la tira de restaurantes y tiendas en tres niveles de sótanos, está presupuestada en trescientos millones de euros, unos cincuenta mil millones de pesetas. A ver si lo financian con petrodólares de Kuwait y Qatar y dejan, ya de paso, una propina para la Cultural porque lo que es con euros ha dicho la Merkel que no. En cuanto a los de los tranvías de Villalba y el exalcalde Fernández, suprimidos antes de que descarrillaran en números rojos, ya ni se sabe.

Volviendo a la economía doméstica el problema del Gobierno en la deuda pública y su pago en incómodos plazos es el mismo que servidor tenía en casa antes de la burbuja inmobiliaria cuando la Caja de la esquina no te daba un crédito ni de coña y, si lo hacía, era a un interés usurero del diecitantos por ciento. Ibas a ver el director, él te miraba de arriba a abajo y, si le caías bien, soltaba un firme aquí donde pone comiserativamente el «beneficiario».

Algunos sabemos de memoria lo que está pasando ahora.

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