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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Ese farmacéutico griego que se levantó la tapa de los sesos al pie de un árbol y ante el parlamento de Atenas no es ni un símbolo, como se pretende, ni un ejemplo, a lo que se ve... ¿le siguió alguien?...

Ese farmacéutico de 77 años dejó escrito que se despachaba para no dejar a sus hijos las deudas que a él le sepultaban sin ver luz alguna desde el fondo de su pozo; y hay que suponer que un farmacéutico es, después de todo, un ciudadano pudiente o acomodado.

Al apretar el gatillo, ese disparo se hizo ola gigante en la tele mundial, ¿y a quién no se le ahogó el espanto, la pena o la ira al ver que este pobre hombre quiso inmolarse mirando cara a cara al palacio donde residen la soberanía democrática griega y los políticos que la representan?, porque lo hizo como diciéndoles «ya que os empeñásteis en robarme la vida, aquí la tenéis... y como es pago adelantado, tendréis que descontárselo a mis hijos... ¡por vuestros muertos que lo haréis!, porque me dispongo a verlos ahora».

Ese disparo me sonó a «¡Pan!... y trabajo», quizá porque me acordé de la canción de Aguaviva : «Pan y trabajo, pan y trabajo, siempre se escapa el tipo pa los de abajo. Qué mala pata, no les saliera el tiro por la culata».

También sonó a disparo la carta que Mingote escribió a los de ABC hace tres años. La hizo pública Ussía armando una tremolina de bofetadas ¡córpore insepulto! al denunciar que los señoritos del diario ofertaban honorarios vergonzantes a Mingote y que a punto estuvo de irse a La Razón hace cuatro años, cumpliendo los noventa el venerable don Antonio (cincuenta y dos grapados a la historia de ese periódico; Umbral decía que el ABC era sólo dos cosas, Mingote y la grapa). Fue como si el farmacéutico que nos dispensaba cada día en sus viñetas una aspirina de humor contra la jaqueca crónica y política se plantara ante la sede del diario y se pegara un tiro simbólico; se sentía insultado y degradado a nivel de asalariado en su «casa», especialmente en un momento de enorme apuro porque la estafa Madoff también le había segado a él casi todos sus ahorros.

Qué mala pata, qué mala pata... esa carta-pistola dispara ahora sus tiros por la culata... tiros póstumos.