La vida vale nada

Muyaidín, ¿quieres volar al Cielo en una alfombra de trilita?... ¿y escribir con tu sangre versículos con goterones en los muros de la mezquita cuando salgan de sus rezos los hermanos bastardos chiís?... ¿quizá prefieras inmolarte en un mercado popular y dejar aquella plaza sembrada de menestra de carne con verduras y hierros calcinados?... ¿y conducir un camión de explosivos contra una base militar para que tu velocidad en llegar a la gloria sea tres veces mayor?...

Con la fe obsesiva del mártir es imbatible el talibán afgano... no pudieron con él treinta años de guerra con rusos, americanos o los ejércitos de ocupación que hoy mismo hollan su patria... y no tienen sus armas ni carros de combate o helicópteros. ¿La razón? Ellos mismos son el explosivo y su fe les convierte en bombas muy precisas. La vida les vale nada y el día que la detonan salen disparados a los divinos candelorios para ser ungidos con aceite perfumado por sesenta huríes angelicales (desnuditas, supone, que allí no hay túnicas ni tiendas de Zara).

Y resulta que la vida no les vale nada porque La vida solo es una mala noche en una mala posada. Así la viven los iluminados por la fe que arde. Lo de la mala posada lo piensa el muyaidín, pero lo escribe santa Teresa, que también ardía en ganas de morir: muero porque no muero (¿hay forma más obscena y mágica de adorar a la muerte?).

La vida vale nada. El martirio lo ensalzan todas las religiones y también las revoluciones (que acaban a la fuerza en religión). Al mártir siempre le harán altares, estatuas o gallardetes con foto en el balcón del caserío. El ejemplo del martirio es «lo más»... y se predica.

En un mundo de bárbaros (y este lo es) ganan siempre los que desprecian la vida (sobre todo, la de los otros). Un ejemplo: lo gana todo ese diabólico engendro noruego que mató a mansalva y ahora convierte su juicio en plataforma mundial de sus ideas de masacre e inmolación; la prensa e internet lo difunden urbi et orbi y su ejemplo es jaleado en las guaridas de toda derecha bestia; si después un directivo del Realmadrí escribe que hay que exterminar en España a los sindicalistas (uno a uno, dice) o que se necesita ¡ya! otra guerra mundial, ¿a quién le extraña?...