Diario de León

LEONESES POR EL MUNDO. Argentina | vitalino barrio. comerciante jubilado

«Escapé de los años de la mili»

Para librarse del servicio militar a sus 18 años, el padre de Vitalino le embarcó hacia la lejana Argentina, donde, de una ciudad a otra, se sacó la vida adelante y creó la que es hoy su gran familia.

Vitalino Barrio posa en su casa de la costera Mar del Plata.

Vitalino Barrio posa en su casa de la costera Mar del Plata.

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sonia vidal | león
León

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Corría el año 1951 en España. Más concretamente en una pequeña población leonesa, La Pola de Gordón. Allí vivía desde los 14 años Vitalino Barrio Rodríguez —que en esos momentos tenía 18—, aunque de nacencia pertenecía a un pequeño pueblecito del mismo ayuntamiento y situado algo más al norte, Folledo. No eran tiempos demasiado apacibles, pero trabajo no faltaba y Vitalino siempre se dedicó a ayudar a su padre, ya fuese en las poco agradecidas labores del campo o al frente del bar que regentaban en Pola, «enfrente del Consistorio», recuerda perfectamente nuestro leonés.

Sin embargo, llegó el momento de cumplir el servicio militar. Vitalino se enfrentaba, como tantos otros españoles, a pasar dos o tres años en cualquier hostil destino, por lo que su padre decidió que lo mejor sería evitarlo y, para ello, le embarcó hacia la Argentina para encontrarse con parientes que tenían allí. «Aquello no fue nada fácil. Yo era un chaval joven que tenía en el pueblo a todos mis amigos y al llegar aquí tuve que empezar una nueva vida desde cero», relata Vitalino con cierto matiz de nostalgia.

Desde aquellos 18 años, el resto, hasta sus actuales 78, los ha vivido en el país latino. «Todos mis hermanos, que somos seis, fuimos llegando poco a poco a Argentina y ahora estamos todos repartidos por el país», comenta. «Crucé el Atlántico en barco junto a otros más de mil inmigrantes. Al llegar, aún me esperaban otras cuantas horas en ferrocarril hasta llegar a Corral de Bustos, en la provincia argentina de Córdoba, donde estaban mis familiares. Uno no podía entrar al país si alguien no te reclamaba», explica. Vitalino vive hoy en día y desde hace 49 años en la localidad costera de Mar del Plata, donde disfruta de su jubilación e intenta caminar mucho, «que es bueno para la salud, como me dice el médico». Pero antes pasó por la ya citada Corral de Bustos y la capital, Buenos Aires. «No ha sido un camino fácil».

Un lugar impresionante

Junto a su hermano, este leonés trabajó durante unos años en un negocio familiar que denomina como «casa general: una especie de gran supermercado en el que se vendía de todo: aceites, alambres, maquinaria... todo para el campo». Luego se trasladaron a Buenos Aires donde, para independizarse, trabajaron en el sector servicios.

Por fin, tras trotar de un sitio a otro, llegó la hora de pisar, para siempre, Mar del Plata. «Soy un fanático del lugar, es impresionante y no lo cambiaría por nada». Allí ha pasado el resto de sus días al frente de un mercadillo de carnes, frutas y verduras. Siempre rodeado de gente, que, asegura, le acogieron muy bien desde el primer momento. «En Argentina ha habido años tan malos... aunque parece que ahora va todo un poco mejor que por allá, en el 2000», dice con tono esperanzador. «Di que he tenido suerte y nunca me ha faltado de nada, pero siempre ganándomelo con el trabajo. Y es que para poner las semillas hay que agacharse, pero luego dan sus frutos», reflexiona. Poco a poco Vitalino fue acostumbrándose a su nueva vida. Hoy habla maravillas de Mar del Plata, de sus 40 kilómetros de costa, de su suave clima, —«el calorazo lo llevo muy mal»— y de su puerto pesquero, «uno de los más importantes de todo el país».

Pero ni de León ni de su país natal se olvida fácilmente. «Veo la televisión de España casi a diario y se me agarra el corazón», confiesa, «y más ahora que se ve por allá todo tan negro». Nuestro cazurro hizo, como tantos otros, una nueva vida al otro lado del Atlántico. Con tres hijos y siete nietos ya no piensa en regresar. Argentina le ha dado todo lo que tiene ahora, «siempre se puede estar mejor, pero yo no puedo quejarme. Es un país fabuloso, muy variado y no le falta de nada», comenta. Sin embargo, siempre queda ese resquicio de recuerdos, de Folledo, de sus muchachos y amigos... «supongo que todo habrá cambiado mucho».

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